• Presión

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Al día siguiente, temprano por la mañana, Mayte y Fernanda se dirigieron a la firma para asistir a una reunión crucial con otros abogados y socios. Mayte, vestida con un elegante traje negro que resaltaba su figura, y Fernanda, con un conjunto azul marino, entraron a la sala de conferencias con expresiones ligeras. Al ingresar, los murmullos cesaron de inmediato y todos los presentes les dedicaron una atención expectante, sabiendo que se trataba de un asunto de gran importancia.

La reunión comenzó con los saludos de rigor, mientras los asistentes se acomodaban en sus sillas y organizaban sus documentos. Mayte no tardó en tomar la palabra.

"Como muchos de ustedes ya saben, Isabel tuvo un incidente grave y estará ausente hasta que se recupere por completo," dijo Mayte, su tono suave y determinante.

Las expresiones de los presentes variaron entre sorpresa y preocupación. Algunos intercambiaron miradas de incredulidad, mientras otros murmuraban entre ellos.

"Isabel está manejando un caso muy importante y necesitamos que alguien se haga cargo, ya que ni Fernanda ni yo podremos asumirlo debido a la situación que estamos atravesando", continuó Mayte

Mauricio, el gran amigo de Isabel y uno de los mejores abogados de la firma, se ofreció rápidamente.

"Mayte, no te preocupes. Yo puedo encargarme del caso sin problemas," dijo con seguridad, su voz tranquila pero firme.

Mayte asintió con alivio, un peso evidente levantándose de sus hombros, y le entregó una carpeta gruesa con todos los documentos pertinentes.

"Gracias, Mauricio. Aquí tienes toda la información del caso. Confío en que harás un excelente trabajo", dijo, su gratitud palpable.

La reunión continuó con la revisión de otros asuntos, pero Mayte y Fernanda se mantuvieron distraídas. Al concluir la reunión, se despidieron rápidamente de sus colegas y se dirigieron a recoger sus bolsos para dirigirse al hospitalz

Al llegar al hospital, se apresuraron por los pasillos hasta la habitación de Isabel. Al entrar, la encontraron despierta, con la mirada perdida en la televisión que emitía un programa matutino. Isabel les sonrió débilmente al verlas. Mayte se acercó primero, dejándole un beso tierno en la frente, seguido por Fernanda, quien le tomó la mano con suavidad.

"¿Cómo te sientes, Isa?", preguntó Mayte con suavidad, su voz llena de cariño y preocupación.

"Mejor, el dolor de cabeza es más leve ahora, pero la herida de la cirugía aún me molesta un poco", respondió Isabel, su voz apenas un susurro.

En ese momento, una enfermera entró con el desayuno de Isabel, su rostro iluminado con una sonrisa profesional.

"Buenos días", saludó mientras dejaba la bandeja sobre la mesa a un lado de la cama antes de retirarse.

Mayte ayudó a Isabel a inclinarse, colocando almohadas detrás de su espalda para que estuviera más cómoda, mientras Fernanda se disponía a ayudarla a comer.

"Esto sabe horrible", exclamó Isabel con una mueca, al dar el primer bocado.

Mayte y Fernanda se rieron, rompiendo un poco la tensión dique aún sentían, llenando la habitación de una calidez momentánea.

Por otro lado, la misteriosa mujer que había amenazado al doctor Fernández el día anterior se presentó nuevamente en su oficina. Al verla, el doctor se tensó visiblemente y sus manos comenzando a temblar ligeramente. Ella entró con una seguridad escalofriante y se sentó frente a él con una sonrisa fría.

"Buenos días, doctor," saludó, su tono cargado de una falsa amabilidad. "Quiero saber cómo va Isabel."

"Ella está bien, ha reaccionado muy bien", respondió con voz temblorosa, intentando mantener la compostura.

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