• Escape

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Cinco meses han pasado desde que Isabel y Mayte cruzaron las puertas del orfanato, el lugar que rápidamente se transformó en un infierno para ellas. Cada día allí era una batalla constante, un enfrentamiento con el miedo que sentían. Las consultas con el psiquiatra se volvieron una tortura psicológica, sesiones en las que se sentían desnudadas de sus defensas, vulnerables ante las miradas penetrantes y las preguntas invasivas.

Las monjas, con sus rostros severos y sus métodos de castigo arcaicos, convertían cada pequeña falta en un acto de rebeldía que merecía el máximo castigo. Las palizas, las humillaciones y las privaciones eran constantes. Para Isabel y Mayte, cada azote, cada reprimenda, sólo lograba endurecer más sus corazones.

Mayte, en particular, se volvía más fría y calculadora con cada día que pasaba. Su rebeldía creció en intensidad, convirtiéndose en una constante espina en el costado de las monjas y una fuente de temor para las otras jóvenes del orfanato. Isabel, seguía con su inmensa rebeldía y su lealtad inquebrantable con su hermana.

Ambas sabían que no podían seguir así. El sufrimiento las había transformado, convirtiéndolas en sombras de las niñas que una vez fueron. Sus actos rebeldes eran un grito de ayuda, una manifestación de la desesperación que las consumía.

Cansadas de la situación, comenzaron a planear su escape con meticulosidad. Cada rincón del orfanato fue estudiado, cada horario, cada movimiento de las monjas. Sabían que tenían que ser cuidadosas, que cualquier error podría significar castigos aún más severos. Pasaban las noches susurrando planes, revisando mentalmente cada detalle.

Lo que aceleró sus planes fue una conversación que Isabel escuchó por casualidad. Estaba caminando por los pasillos oscuros, tratando de evitar ser vista, cuando oyó voces provenientes de una habitación cercana. Reconoció la voz de la monja encargada de ellas y la del psiquiatra. Se detuvo, y se escondió para escuchar mejor.

"Debemos prepararnos. Isabel cumplirá la mayoría de edad en pocos meses, y cuando eso ocurra, deberá ser ingresada en el hospital psiquiátrico. Su comportamiento es demasiado perturbador para dejarlo sin tratamiento especializado".

"¿Y la otra? María Teresa tampoco puede seguir aquí. Se volvió peor que Isabel", preguntó la monja seriamente.

"Mayte deberá quedarse aquí hasta que también cumpla la mayoría de edad. Luego, será internada del mismo modo. No podemos permitir que sigan causando desastres aquí".

"Rezaré para que el tiempo pase rápido y se las lleven. Estas muchachas acabarán con el orfanato si se quedan más tiempo".

Isabel sintió un frío recorrerle la espalda.
Sabía que no podían esperar más. Corrió hacia donde estaba Mayte, tratando de asimilar lo que había escuchado.

"May, tenemos que irnos ahora mismo", dijo Isabel, su voz llena de urgencia, cuando llegó junto a su hermana.

"¿Por qué?", levantó su mirada y frunció el ceño, notando la respiración agitada de su hermana.

"Escuché una conversación entre doctor ese y la bruja. Dicen que en cuanto cumpla la mayoría de edad, me van a internar en un hospital psiquiátrico. Y a ti también, cuando cumplas la tuya. Tenemos que escapar esta noche".

La expresión de Mayte se endureció. Su mirada reflejaba la furia y la frustración que sentía. Asintió rápidamente, decidida a escaparse esa misma noche.

La oscuridad envolvía el orfanato cuando las hermanas pusieron en marcha su plan. Con movimientos cuidadosos y silenciosos, empacaron las pocas pertenencias que consideraban esenciales.

Escogieron el momento en que la vigilancia era mínima. Se deslizaron por los pasillos como sombras, evitando los puntos de luz y los lugares donde podrían ser vistas. Sabían que tenían que ser rápidas, de lo contrario, serían descubiertas.

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