• Juego mental

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Llegaron a la casa de Isabel en medio de la soleada tarde. Isabel, agotada y con cada movimiento siendo un esfuerzo, fue ayudada por Marcela y Mayte para bajar del auto. Fernanda, siempre atenta, se adelantó para abrir la puerta de la casa, dejando que las tres mujeres entraran lentamente.

El interior de la casa estaba en silencio, un contraste con el bullicio del día afuera. Marcela y Mayte, con delicadeza, guiaron a Isabel hacia las escaleras, mientras sus pies se arrastraban por el suelo. Al llegar al segundo piso, caminaron por el pasillo hasta la habitación de Isabel.

Con sumo cuidado, la ayudaron a acomodarse en la cama. Mayte arregló las almohadas para que estuvieran en la posición perfecta, mientras Marcela ajustaba las cobijas alrededor del cuerpo de Isabel, asegurándose de que estuviera cómoda. Fernanda observaba con ligera preocupación, y finalmente se acercó para dejar un beso suave en la mejilla de Isabel. Mayte hizo lo mismo, rozando con ternura la piel de su hermana.

Las tres mujeres salieron de la habitación, cerrando la puerta detrás de ellas con cuidado para no hacer ruido. En el pasillo, Mayte se detuvo y se giró hacia Marcela. Su mirada se volvió seria, esa misma mirada que utilizaba para imponer autoridad.

"Quiero que me informe sobre cualquier cosa que le pase a mi hermana", dijo Mayte con voz firme.

Marcela asintió, aunque una sombra de incomodidad pasó por su rostro. Mayte, con precisión meticulosa, abrió su bolso y sacó una libreta pequeña y un bolígrafo. Escribió rápidamente su número personal y se lo entregó a Marcela.

"Llámeme si algo sucede", agregó Mayte, sus ojos perforando los de Marcela.

"Lo haré, señora", respondió Marcela con un tono de voz neutral, manteniéndole la mirada profunda.

Después de despedirse, Mayte y Fernanda comenzaron a caminar hacia la puerta. Cuando se dieron la vuelta para irse, no pudieron ver cómo la expresión de Marcela cambiaba. De la amabilidad pasó a una frialdad gélida, su mirada transformándose en una de puro odio mientras las observaba alejarse.

Tan pronto como Mayte y Fernanda salieron de la casa, Marcela cerró la puerta con un golpe seco. Sus pasos resonaron en la casa mientras comenzaba a caminar por cada rincón, su mirada evaluativa revisando cada detalle. Pasó por la sala, el comedor, y finalmente llegó a la oficina de Isabel. La puerta estaba entreabierta, y con un empujón suave, entró.

Comenzó a registrar el lugar. Revisó los cajones, las estanterías, cada rincón donde pudiera encontrar algo. Sus movimientos eran rápidos pero precisos, asegurándose de que todo quedara tal cual estaba antes de su llegada. Finalmente, se topó con una caja vieja en un rincón oscuro. Al abrirla, la furia la invadió de inmediato.

Dentro de la caja había una colección de fotos y cartas. Marcela comenzó a revisarlas, y cada imagen de Isabel con Rodrigo aumentaba su ira. Sus ojos se llenaron de lágrimas, no de tristeza, sino de rabia contenida. Tomó una foto en particular, donde Rodrigo sonreía junto a Isabel, y acarició el rostro del hombre en la imagen con una suavidad casi reverente.

"Pagarán por tu muerte", susurró en voz baja mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

Con un suspiro profundo, volvió a colocar todo en la caja, asegurándose de que todo estuviera en el mismo lugar donde lo encontró. Salió de la oficina y se apoyó contra la pared del pasillo, cerrando los ojos e intentando calmarse. Su respiración era irregular, y cada inhalación parecía un esfuerzo. Después de unos minutos, logró recuperar la compostura.

Guardó sus emociones en lo más profundo de su ser y caminó hacia la sala, donde se sentó en el sofá, su mente trabajando a toda velocidad, planificando su próximo movimiento.

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