• La noche que cambió todo

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Jueves, 12 de marzo de 2002

El bullicio de la oficina contrastaba con la tranquila concentración de Mayte mientras revisaba los documentos del caso que tenía entre manos. Cada palabra y cada detalle eran cruciales en su trabajo como abogada, y su mente estaba absorta en las complejidades legales que se desplegaban ante ella. Sin embargo, esa paz se vio abruptamente interrumpida por la presencia inesperada de alguien en su puerta.

La figura alta y segura de sí misma que se presentó ante Mayte no era bienvenida. Su rostro se endureció al reconocerlo, sabiendo que su presencia nunca traía cosas buenas. Él se acercó con paso decidido, fijando su mirada intensa en Mayte.

"¿Es cierto que Isabel se va a casar?", su voz resonó en la pequeña oficina, cargada de una mezcla de enojo y preocupación.

Mayte levantó la mirada, y la molestia de su presencia se reflejó en sus ojos. Sus cejas se fruncieron ligeramente y sus labios se curvaron en una mueca de desagrado.

"Sí, Isabel se va a casar. Pero eso no es asunto tuyo", respondió con voz firme, sin titubear.

Él no pareció dispuesto a aceptar esa respuesta. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que Mayte conocía demasiado bien.

"Isabel no puede casarse. Ella es mía", dijo con su tono cargado de determinación, su voz resonando con una autoridad autoproclamada.

Mayte se puso de pie lentamente, mirándolo con incredulidad y desdén. "¿Te estás escuchando? Isabel no te pertenece. Estás mal de la cabeza".

Él la miró fijamente, conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir. "Tú nunca quisiste que estuviera con Isabel, ¿verdad?", dijo en un tono más calmado, casi suplicante.

"No, nunca. Y me alegra que no se casara contigo", respondió Mayte con un tono de desdén, sus palabras resonando en el aire tenso de la oficina.

Él se detuvo un momento, como si las palabras de Mayte lo hubieran golpeado más de lo que esperaba.

"Cuida tus palabras, María Teresa", amenazo con un tono que resonó con firmeza en la oficina.

"A mí no me amenaces, Rodrigo, yo no te tengo miedo. ¡Lárgate!", dijo en tono firme, mirándolo directamente a los ojos.

Él la observó por un momento más, con una expresión desafiante. "Esto no se va a quedar así", dijo antes de dar media vuelta y salir de la oficina sin decir una palabra más.

Mayte suspiró profundamente y volvió a sentarse en su silla, sintiendo el peso de la confrontación reciente. Se tomó unos minutos esperando a que la tensión que sentía se disipara y rápidamente se concentró en lo que hacía antes de ser interrumpida.

Sábado, 14 de marzo de 2002

Isabel estaba radiante de felicidad, sumergida en los preparativos de su boda. El día tan esperado se acercaba, y su entusiasmo crecía con cada detalle que iba ajustando junto a su organizadora de bodas. Decidió celebrar su despedida de soltera de una manera íntima y familiar, junto a Mayte y Fernanda en la antigua cabaña de sus padres, un lugar que tenía un significado especial para ella y que estaba perfectamente arreglado gracias a su esfuerzo.

Era una noche ventosa y fría, prometiendo una lluvia inminente. La cabaña, iluminada por la suave luz de la luna, se erguía como un refugio cálido en medio del paisaje desolado. En su interior, las tres mujeres disfrutaban de la música suave que llenaba el aire mientras bailaban, cantaban y reían, sus copas de vino elevándose en brindis repetidos.

Isabel vio como Fernanda se acercaba para llenar nuevamente su copa y se levantó del sofá, negando con la cabeza. "Ya no tomaré más", dijo con una risa suave. "Me voy a dormir".

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