Mayte conducía por la ciudad, perdida en el torbellino de sus pensamientos. Cada kilómetro que avanzaba, los recuerdos de aquel lugar al que se dirigía se volvían más intensos. No eran memorias agradables, sino fragmentos de un pasado que preferiría olvidar. Apretó el volante con fuerza, concentrándose en la carretera y en llegar a su destino lo antes posible.
Se estacionó frente al edificio y respiró hondo antes de bajar del auto. Entró en la oficina de un psiquiatra, un lugar que no visitaba desde hacía años. Se anunció en la recepción y, poco después, una puerta se abrió y apareció el psiquiatra, un hombre de mediana edad con el cabello canoso.
"María Teresa Lascurain," dijo él con un tono que intentaba ser acogedor. "Siempre es un placer verte."
"Lástima no poder decir lo mismo", su tono era frío y distante, y su rostro se mantenía rígido. Su mirada dura y fija en el consultorio.
El psiquiatra se carraspeó, claramente desconcertado por su respuesta, y la invitó a sentarse con un gesto cortés.
"Por favor, siéntate. ¿Qué te trae por aquí hoy?", preguntó, invitándola a sentarse con un gesto cortés.
Mayte se acomodó en la silla frente al escritorio, cruzando las piernas con un gesto que reflejaba su firmeza. Colocó su bolso en su regazo, rozando el material con nerviosismo.
"Necesito que me ayudes con Isabel. Está descontrolada," dijo, su voz grave, y su expresión se tornaba cada vez más seria.
El psiquiatra asintió lentamente, mostrando una ligera preocupación. "¿Ha estado tomando sus medicamentos regularmente?".
"No lo sé, pero estoy casi segura de que no lo hace", respondió Mayte, su mirada era penetrante y su tono reflejaba frustración.
"Sabes que si Isabel no sigue su medicación, puede empeorar. Ambas tienen traumas muy profundos. No pueden permitirse estar sin tratamiento", dijo él, inclinándose hacia adelante con un tono más suave.
"Yo estoy perfectamente. La única que necesita medicarse es Isabel", dijo rápidamente, con el rostro tenso y su mandíbula apretada.
"No seas terca, María Teresa," replicó el psiquiatra, su tono cambiando a uno más cercano y preocupado. "Puedo ver que algo no está bien contigo. Te noto estresada, apagada."
Mayte lo miró con una intensidad casi cortante, su expresión endurecida por la tensión y la incomodidad que sentía.
"No estoy aquí para hablar de mí. Estoy aquí por Isabel. Necesito que la ayudes", su tono era urgente y demandante.
"Si Isabel no toma sus medicamentos ni acepta volver a terapia, será muy difícil ayudarla," advirtió él, inclinándose un poco más hacia adelante, con el ceño fruncido.
Mayte, visiblemente tensa, con el ceño fruncido y el cuerpo rígido, abrió su bolso y sacó su chequera. Mientras escribía un cheque, su mirada mostraba una mezcla de determinación y desesperación.
"Pero... siempre hay formas, ¿no?", preguntó, arrancando el cheque y entregándoselo con un gesto decidido.
El psiquiatra tomó el cheque y lo examinó con los ojos entrecerrados, luego lo guardó en su bolsillo con una expresión de resignación.
"Claro, Mayte. Siempre hay formas," respondió en un tono relajado, mirándola con una sonrisa maliciosa.
Mayte esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción al escuchar su respuesta, sintiendo un leve alivio.
"Entonces, ¿qué propones? Necesito resultados rápidos. Isabel está al borde del colapso", lo miró profundamente.
"Podemos comenzar con visitas regulares. Terapia intensiva y, por supuesto, supervisar que tome su medicación", propuso en un tono suave.
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La caja de Pandora
FanfictionEn una noche de celebración, el oscuro pasado de Mayte, Isabel y Fernanda vuelve a surgir cuando reciben una misteriosa nota. Años atrás, un oscuro incidente en una cabaña lejana las marcó para siempre. Ahora, deberán enfrentar los fantasmas del pas...