• Voces

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Isabel y Alejandro habían terminado de almorzar, pero continuaban en el restaurante, charlando y disfrutando del vino. La atmósfera era relajada y la conversación fluía con facilidad. Isabel, normalmente reservada, se sentía más cómoda a medida que pasaba el tiempo, dejando a un lado sus preocupaciones. El vino había aflojado sus inhibiciones, permitiéndole abrirse más.

"No puedo creer que una mujer tan hermosa como tú esté soltera," comentó Alejandro, con una sonrisa coqueta en sus labios, mirándola intensamente.

Isabel sonrió suavemente. A pesar del cumplido, la realidad de su situación le pesaba un poco.

"Así es la vida, querido. Mi matrimonio no fue lo que esperaba y lo mejor era tomar caminos separados," respondió Isabel, dejando entrever, mínimamente, su dolor.

Tomó un sorbo de su copa, disfrutando del del vino mientras se sumergían en la conversación. Las palabras fluían entre ellos con naturalidad, y el ambiente se cargaba de una sensación relajada y acogedora. Isabel, sintiéndose cada vez más cómoda con Alejandro, se permitió dejarse llevar por el momento.

De repente, el celular de Isabel comenzó a sonar, interrumpiendo la conversación. Ella se disculpó y sacó el celular de su bolso, frunciendo el ceño al ver que era un número desconocido.

"¿Hola?... ¿Con quién hablo?", dijo Isabel, su voz reflejando una leve inquietud mezclada con desagrado.

"Pagarán por la muerte muerte de Rodrigo," dijo una voz distorsionada al otro lado de la línea. La frialdad de esa voz y la amenaza implícita hicieron que un escalofrío recorriera la espalda de Isabel.

El color desapareció de su rostro y su mano comenzó a temblar. Alejandro, percibiendo su angustia, le tocó el brazo suavemente, intentando reconfortarla. Ella lo miró asustada, se disculpó apresuradamente y dijo que tenía que irse. Sin esperar una respuesta, se levantó y salió del restaurante, sus pasos apresurados reflejando su estado de shock.

Una vez en su auto, Isabel cerró la puerta y se quedó inmóvil, intentando procesar lo que acababa de ocurrir. La voz distorsionada resonaba en su mente como un eco torturador. Encendió el auto y emprendió camino hacia la firma, las calles pasaban borrosas a través de las lágrimas que empezaban a acumularse en sus ojos. Su respiración se volvía errática mientras intentaba mantener la compostura.

Durante el trayecto, Isabel miró por el retrovisor y, para su horror, vio la imagen de Rodrigo sentado en el asiento trasero, mirándola fijamente con una mezcla de tristeza y reproche. Su rostro pálido y sus ojos vacíos eran un recordatorio doloroso de los eventos que ella había tratado de olvidar.

"¿Por qué lo hiciste, mi amor? Yo te amaba," dijo Rodrigo, su voz quebrada y llena de dolor.

Isabel negó con la cabeza mientras trataba de evadir el torbellino de emociones que la abrumaba. Las lágrimas comenzaron a deslizarse lentamente por sus mejillas.

"No... esto no es real," murmuró, tratando de ignorar la visión. Sus manos temblaban sobre el volante, luchando por mantener el control del auto.

"¿Por qué lo hiciste, Isabel?", las palabras de Rodrigo resonaban en el auto, cada una cargada de un dolor profundo y desgarrador.

"¡Cállate!" gritó Isabel, golpeando el volante con frustración y desesperación. "¡Déjame en paz!", su voz se quebró, y el eco de su grito resonó en el interior del auto, intensificando su sensación de aislamiento y miedo.

"¿Por qué, mi amor? ¿Por qué?", cada palabra era un cuchillo que se clavaba más profundo en el alma de Isabel, reabriendo las cicatrices de esa noche y haciendo que sangraran de nuevo.

La caja de Pandora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora