Fernanda
Los recuerdos de la desaparición de mi hermana, junto con los momentos dolorosos con mis padres, me mantuvieron despierta toda la noche. La ausencia de Mayte a mi lado exacerbó mi insomnio, y me encontré dando vueltas en la cama hasta el amanecer. Con la determinación de enfrentar el día, decidí visitar un lugar al que no había ido en mucho tiempo.
Mientras conducía hacia el asilo, una sensación inquietante se apoderó de mí, como si alguien estuviera siguiéndome. Miré varias veces por el retrovisor y noté un coche que parecía mantener una distancia constante detrás de mí. Mi corazón comenzó a latir con fuerza y mi respiración se hizo más pesada. Intenté no dejarme llevar por el pánico, y me esforzaba por mantenerme concentrada en mi destino. Sin embargo, cuando el coche desapareció de mi vista, solté un suspiro de alivio, tratando de calmar mis nervios antes de llegar.
Al llegar al asilo, fui recibida por la enfermera encargada del cuidado de mi madre. Era una mujer un poco joven, con una sonrisa amable, aunque no lograba ocultar la preocupación en sus ojos.
"Qué bueno verla, señora Fernanda... Su madre ha tenido unos días difíciles, pero últimamente parece estar más tranquila", me dijo la enfermera mientras comenzábamos a caminar hacia la habitación de mi madre.
"Gracias por cuidarla", respondí con voz fría y breve, mi mirada fija en el pasillo por el que avanzábamos. Mis pasos eran firmes, pero mi mente estaba agitada.
"Debería visitarla más seguido", sugirió la enfermera con suavidad. "Le haría bien a su madre ver a un ser querido; podría mejorar su estado de ánimo".
Suspiré profundamente y me detuve en seco, volviendo mi mirada hacia la mujer con una expresión decidida y seria.
"Entiendo su preocupación, enfermera, pero soy una mujer muy ocupada y no tengo tiempo para visitas frecuentes", dije en un tono que intentaba ser comprensivo.
"Lo entiendo, pero no olvide que ella es su madre y puede necesitarla. Hace poco tuvo una recaída y tuvimos que aumentar su medicación para calmarla", explicó la enfermera, tratando de convencerme de la importancia de mi presencia.
"Mi madre se olvidó de que yo era su hija cada vez que me trató mal. Así que, por favor, deje de insistir y lléveme con ella", dije con firmeza, sintiendo que la paciencia se me estaba agotando. Odiaba que me cuestionaran sobre mi madre; solo yo sabía cómo era realmente esa mujer.
La enfermera asintió con resignación y continuamos en silencio hasta llegar a la habitación. Ella abrió la puerta y me dejó sola con mi madre.
Respiré hondo antes de entrar. Encontré a mi madre sentada junto a la ventana, mirando hacia el exterior. Me acerqué a pasos lentos, sintiendo como el ambiente se volvía tenso y cargado de recuerdos dolorosos.
"María", murmuró mi madre, sin apartar la vista de la ventana.
"Hola, mamá", saludé tras un suspiro, sentándome en una silla a su lado. Me tome un momento observarla detenidamente.
Su cabello estaba más encanecido y su piel había perdido la vitalidad de antaño, pero sus ojos aún guardaban esa mirada de odio.
"¿Y ese milagro que estás aquí? ¿Vienes a reprocharme algo?", preguntó con un tono de desdén, girándose un poco para mirarme.
"Es imposible hablar contigo... Estoy aquí porque tuve una noche difícil y sentí la necesidad de verte", respondí, sintiendo un nudo en el estómago. El silencio entre nosotras era cargado y doloroso.
"Esa es tu conciencia que no te deja en paz por haberme dejado sola en este asilo, por haber sido mala conmigo y con tu padre", dijo, su mirada llena de desprecio.
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La caja de Pandora
Fiksi PenggemarEn una noche de celebración, el oscuro pasado de Mayte, Isabel y Fernanda vuelve a surgir cuando reciben una misteriosa nota. Años atrás, un oscuro incidente en una cabaña lejana las marcó para siempre. Ahora, deberán enfrentar los fantasmas del pas...