• En la oscuridad (+18)

102 13 12
                                    

Actualidad

Mayte

Fernanda seguía conduciendo por el sinuoso camino hacia la cabaña. La tensión en el aire era palpable, y mis nervios no ayudaban en absoluto. Isabel tenía que estar allí o, de lo contrario, me volvería loca. Miraba por la ventana, perdida en mis pensamientos, completamente en silencio. De repente, mi mirada se posó en el coche que venía detrás de nosotras. Era muy poco común ver coches por este camino, y menos aún cuando la noche estaba por caer.

Mantuve mi mirada fija en ese coche, esperando que se desviara en cualquier momento. Sin embargo, seguía ahí, persistente, y me di cuenta de que nos estaban siguiendo.

—Fernanda, desvíate, rápido. Nos están siguiendo —dije con urgencia.

Fernanda maldijo en voz baja y giró el volante bruscamente, desviándose hacia otro camino. Miré por el retrovisor, con la esperanza de ver al coche desaparecer de nuestra vista, pero seguía allí. Nos seguían.

—Maldición —Fernanda golpeó el volante con frustración —Tendremos que seguir hasta la cabaña. Allá veremos qué hacemos con quien nos sigue.

Asentí, suspirando con frustración.
Fernanda continuó conduciendo hasta que llegamos a la cabaña. Aparcó el coche justo en frente y nos quitamos el cinturón de seguridad casi al mismo tiempo. Observé cómo guardaba el arma en la parte trasera de su pantalón, cubierta por su saco. Nos bajamos del coche y caminamos hacia la puerta. No miramos atrás, pero sabíamos que quien nos seguía estaba aún ahí.

Fruncí el ceño al ver que la puerta estaba abierta. Nos miramos con preocupación antes de entrar. Fernanda encendió la luz y observamos que frente a nosotras había una silla de madera y unas cuerdas en el suelo. Nos miramos, confundidas. El sonido de un coche llegando nos sobresaltó. Abrí la puerta y vi al agente Javier bajar de su vehículo. Me acerqué a él, la furia comenzando a hervir en mis venas.

—¿Qué hace usted aquí? ¿Por qué nos está siguiendo? —le espeté.

—Porque desconfío de ustedes, señora, Lascurain. Tal vez tengan algo que ver con la extraña desaparición de su hermana.

Me acerqué más a él, sintiendo la rabia burbujear en mi interior.

—Sería incapaz de hacerle algo a mi hermana. Si realmente quiere encontrarla, vaya a hacer su trabajo y no pierda el tiempo con nosotras.

—Es muy raro que no se vea preocupada por la desaparición de su hermana. Y ahora usted y su esposa conducen tan lejos hasta esta misteriosa cabaña.

—Está viendo demasiadas películas, agente. Esta cabaña no tiene nada de misteriosa, era de mis padres y solemos venir aquí. Pensamos que Isabel podría estar aquí, porque este lugar es muy importante para ella.

—Entonces no habrá problema en que entre a la cabaña y las ayude a buscarla.

Mantuve mi compostura, aunque por dentro hervía de rabia.

—Claro que no hay problema, agente.
Puede pasar.

Le hice una seña para que pasara y lo seguí, observándolo detenidamente. Él abrió la puerta e ingresó, mirando a su alrededor hasta que su mirada se posó en la silla y las cuerdas.

—¿Por qué tienen esto aqui? — preguntó, tomando las cuerdas del suelo.

En ese momento, Fernanda salió de detrás de la puerta y lo golpeó en la cabeza con el arma. El agente cayó al suelo, sangrando del golpe. Me acerqué rápidamente y le quité el arma que tenía guardada. La guardé en mi pantalón y miré a Fernanda.

La caja de Pandora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora