Fernanda
Han pasado diez años desde aquel fatídico día. Diez años desde que lo perdimos todo: dinero, poder, respeto. Hoy me encuentro sentada en el viejo sillón de la sala, en esta casa abandonada en San Luis Potosí, recordando cada uno de esos momentos que nos llevaron a esta miseria. Miro alrededor y veo las paredes descascaradas, el techo con manchas de humedad, y me invade una tristeza profunda, una que ya no puedo sacudir de mi pecho.
No es solo la pérdida de lo material lo que me atormenta, sino la caída de todo lo que alguna vez fuimos. La firma, nuestro imperio, fue clausurada tras la investigación policial que expuso nuestras prácticas corruptas. Solíamos pagarle a Ricardo para que extorsionara y amenazara a los jueces, ganando así muchos casos y acumulando mucho dinero. Pero la verdad siempre sale a la luz, y cuando lo hizo, nos arrastró al infierno.
La sentencia fue dura: veinte años de prisión por corrupción, extorsión, y manipulación judicial. Sin embargo, Mauricio logró reducirla a solo un año. Un año que parecía una eternidad. Las noches en la celda fría, me hicieron reflexionar sobre cada una de nuestras decisiones. Al salir, el golpe fue aún más duro. La firma ya no existía, y con nuestros antecedentes penales, ninguna de nosotras podía volver a ejercer como abogadas. Nos quitaron todo acceso a nuestras cuentas bancarias, dejándonos sin un peso.
Vendimos nuestras casas, nuestros autos, todo lo que tenía algún valor, y con ese dinero nos trasladamos a este rincón olvidado de San Luis Potosí, donde alguna vez mis padres tuvieron una propiedad. Al menos aquí teníamos un techo, pero incluso ese pequeño consuelo se fue desmoronando con el tiempo. Lo poco que logramos acumular se esfumó en los primeros años, y ahora, nos encontramos en la miseria absoluta.
Isabel y Mayte no lo dicen, pero sé que piensan lo mismo que yo. Los años han sido crueles con nosotras. Las arrugas en nuestros rostros son el reflejo de la desesperanza y la resignación. Ya no somos las mujeres deslumbrantes que alguna vez conquistaron los tribunales y manipularon a su antojo. Ahora, solo somos sombras de lo que fuimos, condenadas a envejecer sin dignidad.
Lo que más me duele es pensar en Ana. Me aferré a la esperanza de que Lucrecia era ella y que no lograba recordarme debido al tiempo que pasó. Pero cuando fue detenida junto a Héctor por negocios sucios en el bar Euforia, Héctor me dijo la verdad, una verdad que me destrozó por completo: Lucrecia no era Ana. Todo había sido una mentira orquestada por Rodrigo. Mi hermana nunca volvió, y probablemente, nunca lo hará. Esa herida nunca ha sanado, y a veces, me pregunto si alguna vez lo hará.
Mayte e Isabel también han sufrido sus propias decepciones. Nunca olvidaré el día en que un accidente menor me llevó al hospital y nos encontramos con las hijas de Gustavo, el mejor amigo de su padre. Fue allí donde nos enteramos de secretos oscuros sobre sus padres, cosas que jamás deberían haber salido a la luz. Fue como si el mundo que creyeron conocer se derrumbara de un solo golpe.
Hoy, nos encontramos al borde del abismo. No tenemos dinero, no tenemos futuro, y ni siquiera podemos conseguir trabajo porque no sabemos hacer otra cosa más que llevar casos legales. Pero, ¿quién le daría trabajo a unas mujeres con nuestro pasado y nuestra edad? Nos aferramos al amor que aún nos tenemos, pero incluso ese amor no es suficiente para llenar el vacío de nuestras vidas de mierda.
Estoy cansada, cansada de luchar, cansada de fingir que todo está bien cuando sé que no lo está. Los años han sido implacables, y ya no tengo la energía para seguir adelante. Me miro al espejo y veo a una extraña. Una mujer mayor, con el rostro marcado por el tiempo y las decepciones. Pero más allá de todo eso, veo a una mujer que ha perdido las ganas de vivir.
—Fernanda, ¿qué hacemos ahora? —me pregunta Mayte con un hilo de voz, mientras se sienta a mi lado, en el desvencijado sillón.
La miro, y siento cómo mi corazón se encoge. Ella también está agotada, su cuerpo apenas es la sombra de lo que alguna vez fue. Isabel está de pie junto a la ventana, mirando hacia el horizonte con una expresión vacía. Las tres estamos al final del camino, y lo sabemos.
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La caja de Pandora
أدب الهواةEn una noche de celebración, el oscuro pasado de Mayte, Isabel y Fernanda vuelve a surgir cuando reciben una misteriosa nota. Años atrás, un oscuro incidente en una cabaña lejana las marcó para siempre. Ahora, deberán enfrentar los fantasmas del pas...