• Amenaza

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Actualidad

Mayte y Fernanda seguían esperando noticias sobre Isabel en la sala de espera del hospital. El tiempo parecía detenerse, estirando cada segundo hasta convertirlo en minutos interminables. Mayte caminaba de un lado a otro con un aire de inquietud palpable, sus pensamientos se enredaban en un torbellino de temores y escenarios negativos.

Fernanda, por otro lado, intentaba tranquilizar a Mayte con palabras suaves y gestos reconfortantes, pero no podía evitar que su propia ansiedad se reflejara en su expresión. La sala estaba en silencio, interrumpido solo por los pasos ocasionales del personal médico y el susurro de las voces preocupadas de otros familiares.

Mientras tanto, en el quirófano, los doctores trabajaban con una determinación implacable para estabilizar a Isabel. El accidente había sido grave, y las heridas que presentaba eran numerosas y complejas. El zumbido constante de los monitores y el intercambio de comandos entre los médicos creaban una atmósfera de intenso enfoque y presión, mientras se afanaban por asegurar que la situación de Isabel no se desbordara.

Las horas pasaban con una lentitud desesperante, y el paso del tiempo parecía una burla cruel ante la angustia de Mayte y Fernanda. Finalmente, el sonido de pasos apresurados en el pasillo hizo que ambas mujeres se levantaran de un salto. Vieron a un doctor acercarse, y sus corazones latían con la esperanza de recibir buenas noticias.

"Doctor, ¿cómo está mi hermana?", preguntó Mayte con una voz que temblaba de ansiedad, sus ojos fijos en el rostro del médico con una intensidad desesperada.

El doctor, cuyos rasgos mostraban signos de agotamiento pero también una calma reconfortante, les dirigió una mirada seria y tranquilizadora.

"Su hermana está estable. Las lesiones fueron graves, pero logramos estabilizarla. Está inconsciente debido a la cirugía y la medicación, pero sus signos vitales son fuertes. Las próximas 24 horas serán cruciales para su recuperación, pero por ahora está fuera de peligro."

El alivio se dibujó en los rostros de ambas, un peso inmenso parecía levantarse de sus hombros.

"¿Podemos verla?", preguntó Mayte su voz apenas un susurro entrecortado.

"La están trasladando a una habitación ahora mismo. Una vez que esté instalada, una enfermera vendrá por ustedes para llevarlas a verla", explicó el doctor con una calidez profesional que intentaba ser reconfortante.

"Gracias, doctor", dijo Fernanda, apretando la mano de Mayte con ternura.

El doctor asintió amablemente y se alejó, encaminándose hacia su oficina. Mientras avanzaba por el pasillo, un sonido lo hizo detenerse. Una voz femenina lo llamaba desde detrás de él.

"Doctor Fernández", resonó la voz con una firmeza que hizo que el doctor se detuviera y se girara.

Vio a una mujer que se acercaba con una presencia decidida. Su apariencia era impecable, pero su mirada, era intensa y seria.

"Sé que usted fue el doctor que atendió a Isabel Lascurain", dijo la mujer sin rodeos. "También sé que necesitará una enfermera en casa para su pronta recuperación. Usted me nombrará como su enfermera y me dará todas las indicaciones necesarias".

El doctor Fernández, visiblemente sorprendido por la audacia de la mujer, rió con una risa sarcástica que no podía ocultar su incredulidad.

"¿Y por qué haría eso? No la conozco, ni siquiera es una enfermera de este hospital", respondió, cruzando los brazos en señal de desconfianza y esbozando una sonrisa irónica.

La mujer sonrió y avanzó un paso más, sus ojos profundos y fijos en los de él.

"Porque si no lo hace, algo lamentable podría pasarle a su familia", dijo con una voz fría, cargada de una amenaza implícita que hizo que el doctor sintiera un escalofrío.

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