• Seducción peligrosa

81 18 2
                                    

Isabel

Luego de conversar con May y Fer, regrese a mi oficina. El día había sido un torbellino de actividades: reuniones con los abogados, visitas al juzgado, encuentros con clientes. A pesar de que logré sumergirme en la vorágine del trabajo, no pude dejar de pensar en todo lo que había estado sucediendo. Cada día sentía que estaba llegando al límite. La situación me tenía al borde del colapso y, para colmo, mis sentimientos hacia Alejandro me tenían completamente confundida.

Al caer la noche, me encontré con Mayte y Fernanda, quienes también estaban saliendo de la oficina. Caminamos juntas hasta el estacionamiento, intercambiando algunas palabras y despedidas rápidas antes de separarnos. Sentía la necesidad urgente de distraerme, de evadir mis pensamientos y emociones, aunque fuera por unas horas. Decidí ir a un lugar que solía frecuentar, un bar de strippers que había dejado de visitar hace un tiempo.

Conduje hasta allí, estacioné mi coche y salí con mi postura firme. El lugar estaba abarrotado, y una larga fila de personas esperaba para entrar. Sin embargo, al verme, los guardias de seguridad me dejaron pasar sin más, ignorando las quejas de la multitud. Sonreí con una mezcla de satisfacción y desdén. Ser una mujer importante tenía sus ventajas.

El interior del bar había cambiado, se veía más moderno. Observé a las mujeres bailando en el escenario y a las camareras que deambulaban sirviendo tragos a hombres y mujeres por igual. Algunas me miraron y se me acercaron, pero ninguna logró captar mi atención.

Me dirigí a la barra y pedí un whisky doble. Mientras esperaba, me ajusté mi pashmina negra alrededor del cuello, intentando pasar desapercibida. No quería que alguien me reconociera y los chismes comenzaran a circular. Tomé un sorbo de mi whisky y me puse a observar a la mujer que, ahora, bailaba sola en el escenario. Era atractiva, sin duda, pero no era mi tipo. Ella era rubia, y mi debilidad eran las castañas.

Seguí tomando mi whisky hasta que un aroma intenso llamó mi atención. Giré la cabeza y, como si la hubiera invocado con mi deseo, vi a una mujer castaña a mi lado, pidiendo un trago. La observé detenidamente; definitivamente era mi tipo. La mujer tomó su trago de un solo sorbo y luego se giró hacia mí, encontrándose con mi mirada intensa.

"Hola, soy Daniela", se presentó con una sonrisa coqueta, sus ojos brillaban bajo las luces del bar.

"Mucho gusto, Daniela. Me llamo Isabel. Eres muy hermosa", respondí directamente, devolviéndole la sonrisa.

"Tú tampoco te quedas atrás, eres bastante guapa", replicó ella, provocándome una risa ligera.

Di otro sorbo a mi whisky, manteniendo mis ojos fijos en ella. Hace mucho tiempo no veía a una mujer tan atractiva que lograra llevarse mi atención.

"¿Bailarás esta noche?", le pregunté, sin dejar de mirarla con deseo. Sentía como mi cuerpo entraba en calor poco a poco.

"Mi presentación fue hace un rato, linda. Me hubiera encantado bailar para ti", contestó Daniela, con un tono de voz que sugería más de lo que decía.

"Y a mí me hubiera encantado que me bailaras. Pero sé que no me quedaré con las ganas", respondí muy segura, dando otro sorbo a mi whisky.

Daniela se acercó un poco más, rozando mi oído con su aliento cálido y excitante.

"¿Qué te parece si nos retiramos a una zona más privada?", me preguntó en un susurro suave.

"Tampoco estoy tan desesperada, querida. ¿Qué tal si primero nos tomamos unos tragos y luego vemos qué sucede?", la mire a los ojos, disfrutando de su proximidad.

Sus ojos oscuros me miraron intensamente, deslizándose desde mis ojos hasta mis labios. Sin previo aviso, se inclinó y me besó apasionadamente. No dudé en corresponder, dejándome llevar por la suavidad de sus labios.

La caja de Pandora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora