El día de la boda finalmente llegó e Isabel estaba sumamente nerviosa, aunque la emoción y la felicidad predominaban en su corazón. Era un día que había esperado con ansias, un día que marcaría el comienzo de una nueva etapa en su vida. Al llegar a la iglesia, Isabel se sintió un poco abrumada, pero se aseguró a sí misma que era solo por los nervios. Su vestido blanco resplandecía bajo la luz suave de las velas y los vitrales, y su rostro irradiaba felicidad.
Mientras caminaba hacia el altar, sostenida del brazo de su "tío", un gran amigo de su fallecido padre, quien la entregaría en lugar de él. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar a sus padres y lo mucho que le gustaría tenerlos en ese día importante. Sonrió a las personas presentes, reconociendo a muchos de ellos: familiares, amigos, compañeros de trabajo. Su corazón se llenó de amor y gratitud.
Pero, a mitad de camino, algo perturbador captó su atención. Entre los rostros sonrientes y familiares, distinguió una figura que le heló la sangre. Rodrigo. Su expresión de felicidad se transformó en una de seria preocupación. Su respiración se volvió errática y sintió que el aire comenzaba a faltarle. Los recuerdos de aquella noche oscura en la cabaña invadieron su mente con una fuerza abrumadora: la voz amenazante de Rodrigo, los disparos, sus gritos, el sonido del agua del río y la visión del cuerpo de Rodrigo en el suelo.
Cerró los ojos, intentando recuperar el control, pero las imágenes y sonidos seguían atormentándola. Escuchaba los ruidos de la clínica, las palabras del doctor y los susurros preocupados de Mayte y Fernanda, quienes notaron rápidamente que algo no estaba bien con Isabel y se preocuparon. Isabel detuvo su caminata abruptamente. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas y suspiró profundamente, recordándose a sí misma que este era su día especial, que nada ni nadie debía arruinarlo.
Abrió los ojos lentamente y, para su alivio, la figura de Rodrigo había desaparecido. Había sido una alucinación, producto de su mente sobrecargada. Isabel limpió disimuladamente las lágrimas de sus mejillas y forzó una sonrisa. Recuperó su compostura y continuó su camino hacia el altar, donde su prometido la esperaba con una expresión de pura felicidad.
Cuando Isabel llegó junto a él, Andrés le levantó el velo y admiró su belleza.
"Estás preciosa", le susurró. Isabel recordó que así le decía la mujer que hasta hace unos días fue su amante.
Se sintió mal por un momento, cambiando la expresión de su rostro, pero no quería dejar que nada más la atormentara ese día. Le agradeció con una sonrisa y cambió el rumbo de su mirada.
El padre comenzó la ceremonia con palabras llenas de amor y sabiduría, recordando a todos los presentes la importancia del compromiso y la unión en el matrimonio. Isabel y Andrés se tomaron de las manos, sintiendo la calidez del otro.
"Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de Isabel y Andrés", comenzó el padre. "Hoy prometen amarse, respetarse y apoyarse en todo momento, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza".
Los anillos, símbolo de su amor eterno, fueron presentados. Isabel sintió que su corazón latía con fuerza mientras su prometido deslizaba el anillo en su dedo.
"Con este anillo, te tomo como mi esposa, para amarte y cuidarte todos los días de mi vida", dijo con voz temblorosa por la emoción.
Isabel, antes de hablar, sintió la culpa de la infidelidad invadirla. Se quedó por unos segundos en silencio, reflejando cierto dolor en su mirada. Andrés la miró preocupado por su silencio e Isabel sacudió ligeramente la cabeza y lo miró sonriente. Repitió las mismas palabras que él, deslizando el anillo en su dedo.
"Con este anillo, te tomo como mi esposo, para amarte y cuidarte todos los días de mi vida", susurró, sus ojos llenos de amor.
"Los declaro marido y mujer", proclamó el padre con una sonrisa. "Puede besar a la novia". Su primer beso como esposos fue dulce y lleno de promesas.
Los aplausos y vítores de los invitados resonaron en la iglesia mientras Isabel y Andrés salían del lugar, radiantes de felicidad. Afuera, los esperaba un auto decorado con flores, listo para llevarlos al lugar de la fiesta.
El salón estaba adornado con elegancia, y la música llenaba el aire mientras los invitados celebraban la unión de Isabel y Andrés.
Durante la fiesta, Mayte y Fernanda se acercaron a Isabel para felicitarla. La abrazaron con fuerza, compartiendo su alegría.
"Te vi un poco distraída en la iglesia. ¿Está todo bien? Si es por lo de esa noche, tienes que intentar olvidar todo, gordita", dijo Mayte, acariciando su brazo.
"¿Podemos no hablar de eso hoy? Es mi día especial y lo último que quiero es escuchar algo relacionado a esa noche", dijo firmemente. En ese momento, Andrés, con ligera confusión, se acercó a ellas.
"¿Cuál noche?" preguntó con curiosidad, habiendo escuchado parte de la conversación.
Isabel, Mayte y Fernanda intercambiaron miradas preocupadas. Mayte fue la primera en romper el silencio.
"La noche en la que tuve este pequeño accidente. Isa y Fer se preocupan demasiado, pero yo estoy bien".
"Aún no me han contado cómo te accidentaste, cuñada", preguntó curiosamente. Isabel se tensó, sintiendo unos nervios invadirla.
"Amor, ven, te quiero presentar a unos amigos de mi juventud", dijo, alejándose rápidamente con él.
Mayte y Fernanda intercambiaron miradas, sintiéndose ahogadas por todo lo sucedido últimamente. Decidieron disfrutar del resto de la noche, dejando los recuerdos oscuros de lado. La fiesta continuó con risas y alegría. En algún punto de la noche, Isabel y Andrés se despidieron de los invitados, agradeciendo a todos por acompañarlos en su día especial.
La noche avanzaba, y finalmente llegó el momento de retirarse para su esperada luna de miel. Subieron al auto rumbo al hotel reservado. Al llegar, fueron recibidos con una cálida bienvenida. Al abrir la puerta de su suite, encontraron un ambiente romántico: pétalos de rosas esparcidos por el suelo y la cama, una botella de vino con dos copas, y una tarjeta de felicitación por la boda.
Isabel se recostó en la cama, observando el techo decorado con suaves luces. Andrés se acostó cuidadosamente sobre ella, besándola con calma y ternura. Sus manos recorrieron su cuerpo con una familiaridad que solo los años juntos podían otorgar, pero esa noche había una nueva intensidad en sus caricias.
Se dedicaron a disfrutar de su primera noche como esposos, entregándose el uno al otro con pasión y dulzura. Los murmullos suaves, las risas ahogadas, y los suspiros llenaron la habitación. Cada beso, cada toque, era una reafirmación del amor mutuo.
Cuando el cansancio los envolvió, se quedaron acostados. Él abrazó a Isabel por detrás, con una amplia sonrisa en su rostro y le dejó un beso en el hombro.
"Estoy muy feliz, amor. Después de todo lo que hemos pasado para estar juntos como tanto queríamos... Después de los acosos de tu ex..."
Todo rastro de felicidad desapareció del rostro de Isabel al escuchar su mención. Su cuerpo se tensó y su mente fue invadida por recuerdos. Se apartó bruscamente de él, sentándose en la cama, con una expresión seria en su rostro.
"¿Por qué tenías que nombrarlo en este momento?", dijo en un tono de enojo. Se levantó y se dirigió al baño, cerrando la puerta con fuerza detrás de ella.
Se recostó en la puerta del baño, deslizando su espalda por la madera hasta sentarse en el suelo. Se llevó las manos al rostro, tratando de contener los sollozos que amenazaban con escapar, pero no lo logró.
Sentía que no iba a poder vivir el resto de su vida con esos recuerdos persiguiéndola constantemente. Todo era una sombra oscura que seguía a cada paso que daba, amenazando con destruir su felicidad.
Afuera, Andrés se quedó mirando la puerta cerrada, sin saber qué hacer. La felicidad que había sentido momentos antes se había desvanecido, reemplazada por una preocupación profunda.
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La caja de Pandora
FanfictionEn una noche de celebración, el oscuro pasado de Mayte, Isabel y Fernanda vuelve a surgir cuando reciben una misteriosa nota. Años atrás, un oscuro incidente en una cabaña lejana las marcó para siempre. Ahora, deberán enfrentar los fantasmas del pas...