Mayte
El aire en el comedor se había vuelto irrespirable, cargado de una tensión que parecía comprimir mis pulmones. Cada segundo que pasaba, cada mirada furtiva que intercambiábamos, aumentaba mi ansiedad. No sabía cómo íbamos a salir de aquí, pero una cosa era segura: no íbamos a permitir que Rodrigo se saliera con la suya.
Lo vi regresar al comedor con una risa insoportable. Se detuvo en el mismo lugar donde había estado antes, apoyando sus manos sobre la mesa, inclinado hacia adelante, como un depredador que acecha a su presa. Nos miró una por una antes de detenerse en mí.
—¿Sabes qué hacían esos policías aquí? Están investigando la extraña desaparición del agente... ¿Cómo se llamaba? —Rodrigo hizo una pausa teatral —Ah, sí, Javier Mendoza. Pero no te preocupes, Mayte, no les dije que tú lo mataste.
—¿Mataste a un policía? —preguntó
Isabel, mirándome fijamente.—Es una historia larga, que no voy a poder contarte porque este pendejo nos va a matar en cualquier momento.
Las palabras apenas habían salido de mi boca cuando vi a Fernanda levantarse de su silla y acercarse a Rodrigo.
—Si no nos matas... Yo me acuesto contigo.
—¡Fernanda! ¿Estás loca? —le grité, molesta.
Rodrigo soltó una carcajada, un sonido bajo que me revolvió el estómago. Se acercó más a Fernanda y deslizó una mano por su rostro con una intimidad repulsiva.
—Igual te ibas a acostar conmigo, Fernanda, porque primero las mato a ellas dos, después me acuesto contigo, y luego te mato a ti. O mejor aún... —hizo una pausa, ampliando su sonrisa —Te hago mía ahora mismo, y luego las mato a las tres.
Antes de que pudiera reaccionar, Rodrigo agarró a Fernanda con fuerza, rodeándola con un brazo alrededor de la cintura y forzándola a girar hasta que su espalda quedó contra su pecho. Con un movimiento brusco, la empujó hacia la mesa, inclinándola hacia adelante hasta que su abdomen quedó presionado contra el borde de la mesa. Rodrigo la sostuvo en su lugar, impidiéndole moverse mientras comenzaba a quitarse la correa del pantalón.
Un sentimiento de asco y rabia se apoderó de mí. Mi mente se llenó de imágenes de lo que estaba a punto de suceder, de lo que él planeaba hacerle a mi esposa. Lo único que podía pensar era en matarlo, en destrozarlo por atreverse a tocarla.
Fernanda levantó la mirada, y en ese breve instante, nuestros ojos se encontraron. Vi el miedo en sus ojos, pero también la rabia que sentía. Asentí suavemente, y ella, con un suspiro apenas perceptible, se dio la vuelta como pudo, tomando a Rodrigo por el rostro y besándolo con fuerza. La visión de sus labios tocando los de él me revolvió el estómago, un asco profundo me invadió, pero sabía que debía mantener la calma.
Mientras mis ojos vagaban por la habitación, tratando de encontrar un punto fijo donde anclarme, vi a Marcela moviéndose con dificultad. Su rostro estaba pálido, su andar era lento y doloroso, pero por alguna razón no se detenía. Nuestros ojos se encontraron por un breve instante y ella me hizo un gesto para que guardara silencio. Asentí disimuladamente, observando cómo se movía detrás del comedor.
Volví mi mirada a Fernanda y sentí que el odio y la desesperación me consumían al ver cómo Rodrigo comenzaba a levantarle el vestido. Sus manos se deslizaban por su piel de una manera que me repugnaba. La impaciencia me carcomía, deseando que Fernanda hiciera algo con el cuchillo que la vi tomar de la mesa, o yo misma me levantaría y le cortaría la cabeza por tocarla de esa manera.
En ese preciso momento, vi a Marcela detrás de Alejandro, sosteniendo un jarrón con ambas manos. Fernanda también la vio, y en una fracción de segundo, todo ocurrió. Marcela golpeó a Alejandro en la cabeza con el jarrón, mientras que Fernanda clavó el cuchillo en el estómago de Rodrigo.
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La caja de Pandora
FanfictionEn una noche de celebración, el oscuro pasado de Mayte, Isabel y Fernanda vuelve a surgir cuando reciben una misteriosa nota. Años atrás, un oscuro incidente en una cabaña lejana las marcó para siempre. Ahora, deberán enfrentar los fantasmas del pas...