13 - Tori

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Había perdido la cuenta de los tragos que llevaba, peor aún, mi cuerpo ya había pasado la fase de calentamiento inicial y la necesidad por besarme con alguien me cosquilleaba los labios. Regresé junto a Pablo y su nuevo "amigo", Santiago, abriéndome paso a empujones entre el gentío.

—¿Aún no hay rastro de nuestro Ceniciento? —preguntó Pablo con un grito que le sacó a Santi una gran sonrisa.

—No, te dije que no funcionaría tu plan de publicar que vendríamos en Insta —resoplé—, creo que tendré que irme a casa pronto.

—¿Por? ¿Ya empiezas a verme con ojos de amor?

—A ti siempre te veo con ojos de amor. —Le lancé un beso al aire.

—Entonces, es cierto que Paris se está reformando, ¿eh, Chiqui? —Llevaba poco más de tres horas de haber conocido a Santiago y para sorpresa de Pablo se abrió paso en mi corazón con ese apodo tan cursi.

—Lo intento, y si no me voy terminaré por besuquearme con el próximo que se me pegue a bailar.

—Pues, no sé si el tipo que viene hacia acá te invite a bailar, pero si fuera tú no le negaba unos besos.

Pablo y yo nos giramos al mismo tiempo para ver de quién hablaba, mi temperatura corporal se disparó cuando reconocí a Sebastián.

Madre mía, madre mía. Si no fuera porque sabía que tenía la piel bronceada, podría parecerme un galán de las tinieblas con su vestimenta negra, la sonrisa canalla y los ojos destellantes.

—Es él —logré decir.

—¡Ay, Chiqui! Ya entiendo todo, vente, Chiqui dos, démosles espacio. —Sujetó a Pablo de la mano para arrastrarlo al centro de la pista.

—¿Cómo que dos? Yo debería ser el uno.

Sorry, corazón, Tori se ganó el primer lugar.

Le sonreí a mi amigo fingiendo demencia, mientras le suplicaba con los ojos que se alejara lo más rápido posible. No se hizo de rogar, con probabilidad acabaría besuqueándose con Santi en menos de dos canciones.

¡Hey! —Lo escuché decir, y por primera vez en mi vida odié que la música fuera tan alta. Sus manos estaban escondidas dentro de los bolsillos de sus jeans.

Miré hacia arriba para encontrarme con sus ojos, ¿era así de alto anoche o es que yo me había encogido?

—Hola... —pregúntale de una buena vez si en serio salió tras de ti en la mañana, pensé sin animarme a pronunciarlo en voz alta—, ¿vienes a rescatarme?

—Puede que sí, ¿necesitabas que te rescatara de tus acompañantes?

Observé hacia la pista de baile, fue fácil ubicar a Pablo que se lanzaba miradas lujuriosas con don Chiqui. Los señalé.

—No, de ellos nunca necesitaré ser rescatada.

Sebastián dirigió sus ojos hacia donde apuntaba mi dedo, pude ver su pecho inflarse y luego soltar el aire contenido, como si ver a un par de chicos coqueteando fuera algo terapéutico y tranquilizador.

—Te fuiste muy rápido en la mañana. —Un cosquilleo empezó a recorrerme a la velocidad de la luz, provocándome un ligero temblor en las piernas.

—Ah, ¿sí? ¿Ibas a invitarme a desayunar o algo?

Algo como cogerme hasta que un vecino entrometido fuera a quejarse por los gritos. Me mordí la lengua para reprimir el pensamiento.

Fue todo un martirio sostenerle la mirada, si creyera en mi sentido de la vista podría apostar a que él también imaginaba algo parecido.

Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora