La casa cobró vida cerca de las nueve de la mañana, el mobiliario que "La Coronel" había dejado montado ayer se complementó con manteles, arreglos florales, cubiertos de plata y la vajilla de porcelana mientras la familia desayunaba.
El ambiente matutino se sentía algo tenso y forzado, quise convencerme de que todo era por la fiesta y de haber venido solo lo habría logrado. A Tori le pasaba algo, estaba seguro. Y el hecho de que mi papá no dejara de mirarla como si quisiera asesinarla no ayudaba. Necesitaba encontrar el momento de hablar con él y dejarle claro que no tenía ni voz ni voto en mi relación.
Entendía, hasta cierto punto, que no le hubiese sentado bien mi ruptura con Alina. Menos aún no enterarse hasta ahora de que cualquier plan que trazó en conjunto con los padres de ella quedaba descartado, eso tomando en cuenta que lo que Gabriel llegó a mencionar respecto a la sociedad fuera verdad porque, para variar, nadie me había informado.
Tomé nota mental para charlar también sobre eso con Romi.
Tras el desayuno, todos volvimos a nuestras habitaciones para prepararnos, los invitados llegarían al mediodía.
Consciente de que esta podría ser la última reunión en la que mi abuela participara, decidí hacer mi mejor esfuerzo para que todo saliera bien. Pospondría esa charla con papá, lo mantendría alejado de mi novia para evitar cualquier drama y luego... luego ya lo resolvería todo.
Cuando dieron las doce, Tori seguía envuelta en la bata de baño, tenía un reguero en la cama con maquillaje y productos cosméticos; me pregunté si en realidad lo usaría todo. Desde que la conocí, pocas veces la había visto con exceso de maquillaje, era una de las cosas que más me gustaban de ella, su naturalidad, si acaso usaba rímel y algo de labial.
—¡Sebas! —Escuchamos a Gabriel gritarme desde el piso de abajo.
Antes de que pudiera contestar, ella salió del baño y me dijo:
—Adelántate, todavía me falta peinarme.
—¿Estás segura?
—¡Sebas! —de nuevo Gabriel.
—Segura. —Hizo un amago de sonrisa.
Volvió a meterse al baño y no me quedó más remedio que seguir su indicación.
Me encontré con mi primo a media escalera, al igual que yo se había puesto un pantalón de vestir y camisa, la suya era azul marino y la mía verde como el agave de los campos.
—Hay un problema —me informó a media voz.
—Sebastián —mi papá apareció al pie de la escalera—, ven conmigo.
No era una petición, sino una orden. Miré a Gabo tratando de adivinar a qué problema se refería, pero mi primo decidió fingir demencia en ese momento y seguir su camino hacia el piso superior.
—Ahora, Sebastián.
Volví a sentirme como cuando era un niño, cuando mi papá representaba una figura de autoridad con la que más me valía no jugar, así que obedecí.
Cuando estuve a su lado, me rodeó la espalda con un brazo que se sentía de todo menos afectuoso y sin decir palabra alguna me llevó consigo al patio trasero donde se habían montado las mesas y se habían dispuesto para los invitados.
Era un día soleado con cielo azul. "La Coronel" había hecho un gran trabajo con la decoración. Había seis postes de madera clavados en el suelo que sostenían una tela blanca para proteger la piel del sol. Los postes a su vez estaban recubiertos por una enredadera en la que se entretejían rosas blancas con azucenas. Las mesas estaban cubiertas con un mantel blanco y en el centro los camareros iban colocando una botella con el sello de edición especial.
Papá me condujo entre las mesas, que para mi sorpresa estaban casi todas ya ocupadas, y sí, digo sorpresa porque los invitados no eran muy puntuales que digamos. Cuando quise preguntarle por qué tanta prisa, obtuve mi respuesta al llegar a la mitad.
Los padres de Alina se giraron hacia nosotros en ese instante, ambos vestían ropa elegante, él un traje en color beige y la esposa un vestido largo con brillantina.
—Sebas, ¡qué gusto! —Javier me dio un abrazo afectuoso que respondí en automático, forzado por la costumbre y los viejos hábitos—. Tanto tiempo de no verte, hijo.
¿Qué demonios hacían aquí? Romi nunca me dijo que ellos formaran parte de su círculo de invitados.
—Hola, cariño. —Mónica sonrió para luego darme un beso en cada mejilla.
—Pero mira qué cara de sorpresa tienes, muchacho. —Javier se volteó para tomar dos caballitos de la mesa más cercana, me ofreció uno de ellos.
—Yo... no esperaba verlos aquí —logré decir.
Tanto mi papá como los padres de Alina se rieron como si les acabara de contar el mejor chiste del mundo.
—No nos perderíamos la reunión anual de los Ruiz nunca. —Javier levantó su caballito, hizo un gesto de "salud" a nadie en particular y luego lo vació de un solo trago—. Además, Romi y Antonio nos dijeron que hoy habría un anuncio especial. —Me guiñó un ojo.
—¿Un anuncio?
En ese momento sentí como si alguien me golpeara, una sacudida en todo el cuerpo y una bofetada de realidad. Volví a mirar la decoración. Todo era demasiado... blanco. ¡Mierda! Por lo general el color predominante era el verde. Acaso... ¿acaso ellos creían que...?
—¡Aquí estás! —Una mano delgada se posó sobre mi hombro, forzándome a dar la vuelta.
—Ali, ¿qué...?
Esta vez ambas manos me sujetaron por las mejillas, me tomó desprevenido y logró hacer que me inclinara lo suficiente para besarme. Me separé en cuanto sus labios rozaron los míos. Miré a mi alrededor con pánico y el corazón latiendo a mil por hora buscando a Tori entre la multitud. Por primera vez en el día bendije que justo hoy decidiera tomarse su tiempo para arreglarse.
—¿Qué haces? —pregunté devolviendo mi atención al frente.
—¡Ay, Sebas! —Mónica se rio con disimulo, noté como sus ojos seguían los brazos de Ali que se entrelazaban alrededor de uno de los míos—, ni que nunca los hubiéramos visto besarse.
Volví a ver a mi exnovia sin poder creer que les hubiera ocultado nuestra ruptura. Me sonrió, pero sus ojos cometieron el error de desviarse hacia donde mi papá estaba.
¡Qué cabrón!
Antonio debió de leerme las intenciones de confesar toda la verdad en ese instante sin que me importara nada ni nadie. Apretó mi hombro con más fuerza de la debida y luego puso su atención en los padres de ella.
—¿Por qué no dejamos a los enamorados y vamos por algo más fuerte?
Entre la sorpresa y el coraje mi voz fue retenida. Eso o la amenaza silenciosa que dejó mi papá con el apretón. Apenas se dieron la vuelta, y se alejaron conversando entre broma y broma, encaré a Alina.
—¿Qué carajos crees que estás haciendo? —mascullé.
—Shhh, bebé. No queremos montar una escena aquí, ¿verdad?
—No me digas bebé, ¿por qué no les has dicho que terminamos?
En lugar de responder, Alina dio un repaso con la mirada hacia todas direcciones.
—Alina.
—¿Te parece si hablamos adentro? —me pidió mirando a sus padres que no dejaban de sonreírnos—. Ven, te lo explicaré todo.
La tomé de la muñeca, ella soltó una risa que en otro tiempo me habría parecido simpática, pero no hoy. No ahora. Por los viejos tiempos y el cariño que una vez sentí por ella le daría la oportunidad de que me explicara todo.
Quizá era una víctima más de mi papá, quizá él la estaba chantajeando con algo. Sí, eso debía de ser. No había forma en que la chica linda, dulce, tierna y frágil que fue mi novia durante tantos años se hubiera convertido en un sociópata.
Claramente no conocía bien a Ali, porque, después de ese día, sabría que ella podía ser muchas cosas, pero nunca una víctima.
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Número equivocado
RomanceCuando Victoria Ferrer, la influencer con un pasado escandaloso, y Sebastián Ruiz, un hombre en busca de redención, se encuentran por accidente, sus vidas se entrelazan en un giro del destino. Ella, conocida como #ParisTapatia, guarda un corazón pr...