29 - Tori

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Volvimos adentro cogidos de la mano, llamando la atención de varios de los asistentes, entre ellos la exnovia de Sebas. Sus ojos se deslizaron de nuestros dedos entrelazados hacia arriba, justo cuando él me volvía a besar de lleno en la boca. Sonreí, no por la victoria que saboreaba sobre esa víbora, sino por mero instinto, por reflejo, mi boca se había acostumbrado a sonreír tras sus besos.

Antes de volver a su puesto, Sebas me apretó la mano con cariño, devolviéndome la sonrisa. Lo vi sortear a Alina, que intentó en vano hablar con él. Le hizo un gesto negativo con la cabeza que la destrozó por dentro, lo sé porque ella se volvió para verme, sus ojos se hacían agua, los labios le temblaban. Maldita sea, hasta yo sentí pena por ella.

No la conocía, no me interesaba siquiera hacerlo, estaba convencida de eso. Entonces, ¿por qué cuando dio un par de pasos hacia mí lo único en lo que podía pensar era en consolarla?

Tal vez estaba sensible por su discurso; cuando me abordó luego de saludar a Diego habló sobre la sororidad, que entre mujeres no debemos lastimarnos y de ahí pasó a una recopilación de recuerdos con Sebastián, la forma en que lo apoyó cuando su hermano agonizaba, lo mucho que se conocían y finalmente el maldito trato que Sebas ni siquiera pareció reconocer.

A diferencia del encuentro en el restaurante, donde ella me sacaba varios centímetros, esta vez casi medíamos lo mismo gracias a mis tacones. Su boca quedó a la altura de mi oído y antes de que mis desobedientes brazos pudieran avergonzarme con un abrazo compasivo ella murmuró:

—Esto no ha terminado.

Esas cuatro palabras resultaron ser el equivalente a un barril de agua fría, nuestros ojos se cruzaron cuando ella dio un paso atrás, fue entonces cuando la vi de verdad a través de las grietas invisibles de la máscara que usaba.

La chica que tenía frente a mí no era ni de cerca la flor frágil y delicada que se mostraba ante Sebastián, para ser sincera daba un poco de miedo. Me recordó a la villana de alguna novela de fantasía, solo le faltaban los colmillos y las volutas de humo a sus pies.

No me sorprendería saber que en el pasado, cuando decidió que Sebas sería el futuro padre de sus hijos, se hubiera encargado de espantar al resto de las chicas a su alrededor. Por desgracia para ella, yo no era como las otras chicas. Yo era Victoria Ferrer.

Cogí un vaso de una de las charolas que andaban circulando en manos de los meseros, di un sorbo para bajar todo rastro de lástima y compasión. Devolví mi atención hacia ella mientras que por mi cerebro cruzaban a la velocidad de la luz todo tipo de frases.

Mi primer instinto fue provocarla; no me daba miedo llegar a los golpes y hasta ganas me sobraban de dejarle hinchada la nariz de botón, pero eso significaría arruinarle el evento a Amaris y David. A la antigua Tori no le habría importado, a la nueva... la que Sebas ayudó a que saliera del caparazón, a ella... a mí sí me importaba.

—Disfruta de la fiesta. —No esperé contestación, di media vuelta y volví al lugar donde estaban mis amigos.

Pablo fue el primero en sonreírme, leyó el mensaje telepático en mis ojos y yo en los suyos: "Estoy orgulloso de ti".

Al grupo se habían sumado los Hollister y Gabriel, quien aprovechó el momento en que Pablo fue al baño para situarse a mi lado.

—Entonces, Tapatía, era cierto que ya conocías a mi primo, ¿eh?

No me pasó desapercibida la atención de Diego, que si fuera un perro seguro habría parado la oreja para enterarse de todo.

—Sí. —Di otro trago a mi vaso.

Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora