20 - Sebastián

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La noche del viernes fuimos a casa de Inari, al parecer, mientras me perdí en la pista de baile con Tori, los demás habían organizado una reunión en casa de mi amiga, aprovechando que AVA estaría cerrado hasta el martes por cuestiones personales de David y Amaris. Yo no me enteré de la invitación hasta que me disponía a ir a ver a Tori y me encontré con Maité en la entrada.

—¿Ya están listos? —preguntó.

En ese momento Mateo salió de su habitación con un suéter ligero en la mano; ahí fue cuando ambos me pusieron al tanto de la reunión. Tras enviarle un mensaje a Tori para confirmar que también iría, volví a mi habitación para dejar el casco. Toda vez que nos iríamos los tres juntos lo mejor sería tomar un taxi.

—Me sorprende que vinieras —le dije a Mateo cuando estábamos en el elevador.

—¿Por?

—Bueno, no parecía que te sintieras muy cómodo anoche.

Me refería a los escasos momentos que pasamos en la mesa con los demás; a diferencia de Inari y Maité que no dejaban de conversar con los amigos de Tori, Mateo había estado con cara de señor enojado.

—Si crees que voy a dejar que la tapatía me aparte de mis amigos, te equivocas.

—No me refería a eso.

—Sí, claro. —Bufó.

—Bueno, ya, dejen de estar peleando ustedes dos —ordenó Maité.

El elevador se detuvo en el piso de Inari, los tres descendimos y nos encaminamos hasta su puerta que estaba entreabierta.

Nos recibió el olor a palomitas y música de lo que no podía ser otra cosa que su lista de gustos culposos en Spotify. En la mesa del comedor ya había colocado dos tazones con botanas, a ella la encontramos en la cocina rodeada de todo tipo de botellas y mezcladores.

—¿A cuánta gente esperas exactamente? —pregunté tomándola por sorpresa.

—¡Ay, Dios! Sebas, voy a tener que ponerte un cascabel en el cuello.

—Mejor eso que la correa con la que su vieja lo tiene sujeto —masculló Mateo.

—¿Te ayudamos en algo? —indicó Maité luego de darle un codazo a mi roomie a modo de reprimenda.

—No, no, ustedes, siéntense. Sebas, tú quédate, vas a ser el encargado de las bebidas, saquémosle provecho a ese don que tienes.

Luego de que Inari me pasara los vasos abrí la primera botella de tequila, vertiendo un chorro en cada uno.

—¿Y la tapatía? ¿No sabe leer un reloj o qué? —inquirió Mateo después de tomar asiento al lado de Maité, de espaldas a la puerta.

—Sí que lo sé, ¿tú sabes que los estampados ya pasaron de moda?

Mateo perdió la voz cuando Tori atravesó la puerta, detrás de ella venían Pablo y otra chica; creo que la habían presentado como su media hermana o algo así.

Maité se puso de pie rápidamente y les dio un abrazo a los tres recién llegados como si fueran amigos de toda la vida. Pablo y... ¡Paula! Sí, eso es. Ambos tomaron asiento en el lado opuesto al de mis amigos; Tori, en cambio, caminó con paso decidido hasta la cocina con esa mirada depredadora que me volvía loco.

Antes de poder decirle "hola", sus dedos ya se habían enroscado alrededor de mi cuello y su sonrisa coqueta me invitó a besarla. Sabía a limón.

—¿Todo bien?

—Sí, bien —murmuró sin terminar de convencerme, por su sabor diría que estaba nerviosa.

Lo dejé pasar, ya habría tiempo para preguntarle después. Con su ayuda y la de Inari, entre los tres acarreamos los vasos hasta la mesa y tomamos asiento en los lugares libres.

Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora