31 - Tori

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El jueves previo a la reunión con la familia de Sebastián, Pablo y Santi llegaron sin avisar a mi departamento pasadas las cuatro, cargados con una maleta y varias carpetas de apariencia pesada. Pietro salió a recibirlos con su rabo agitado y dos ladridos amistosos a modo de saludo.

Tras recibir su dosis de atención y caricias en la cabeza se dio por satisfecho y fue a tirarse junto a la ventana de la sala, mientras nosotros nos sentábamos en los sillones. Y antes de poder preguntar a qué se debía la visita, Santi exclamó emocionado:

—¡Tenemos una propuesta para ti!

A Pablo le fue imposible contener la risa, palmeó su espalda y luego me ofreció una de las carpetas; cuando la tuve en mis manos empecé a hojearla. Se trataba de páginas y páginas llenas de números, gráficas y otras figuras aritméticas que, lejos de aclararme la situación, me provocaron un dolor de cabeza.

—Las matemáticas no son lo mío. —Cerré la carpeta sin despegarla de mis piernas y miré a la pareja.

—Son las proyecciones de venta y en esta —me extendió otra carpeta— está el plan de negocio.

Le eché un vistazo rápido, a diferencia de la anterior esta fue más sencilla de entender, estaba familiarizada con el tipo de proyectos por las presentaciones que Adolfo solía traer a casa de la oficina.

El plan abarcaba desde el registro de marca hasta las redes sociales, referencias de fotografías de buen gusto, alianzas, locales, planes de inversión en publicidad digital, etc.

—¿Quieres que hable con mi papá para que les ayude? —pregunté dubitativa.

Ambos negaron con la cabeza.

—Queremos que seas nuestra socia, Amore.

Para ese momento Pablo y Santi estaban tomados de la mano, rodilla con rodilla, compartiendo la sonrisa de complicidad y el brillo en los ojos. Mi cerebro debió haberlos retratado porque años más tarde me recordaría este momento cuando me dieran la noticia de que serían padres.

—¡Vaya! —No sabía qué decir ni cómo sentirme, ¿emocionada, asustada, nerviosa? Sí, todo eso a partes iguales—. Yo... me siento halagada, pero no estudié ni negocios ni mercadotecnia, tú lo sabes. —Miré a Pablo.

—Sí, estudiaste moda conmigo y dominas las redes sociales mejor que nadie que conozca.

—¡Mira lo que hiciste con AVA! —aportó Santiago.

Sin darme tiempo de agregar algo más, Pablo abrió la maleta y vació sobre la mesa del centro un puñado de prendas, Santi, por su parte, me extendió otra de las carpetas donde habían trazado varios bocetos de todo tipo de ropa.

Fue entonces cuando vislumbré el éxito que les esperaba a mis amigos, pude imaginar perfectamente las pasarelas, las entrevistas, los artículos en las revistas más prestigiosas de la industria. Y yo... yo tenía... No, yo QUERÍA formar parte de ello.

—Estoy dentro —solté sin más.

Pablo se había puesto de pie, de sus dedos colgaba un vestido de tirantes con una tela vaporosa y cortes en los laterales. Precioso. Exquisito.

—¿Sí? —preguntó mi amigo con genuina sorpresa, sí, claro, como si no supiera desde antes que aceptaría.

Santi aplaudió, se me echó encima en un abrazo mientras me susurraba al oído una y otra vez "Gracias". No entendía por qué, la agradecida era yo. La afortunada era yo por haber sido contemplada para este proyecto.

Pietro gruñó por lo bajo, provocando que Santiago me soltara de inmediato y regresara a su asiento, disculpándose con mi compañero peludo en voz baja.

Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora