¿Sabías que el sentido del olfato es el más poderoso e importante para los perros? Sí, seguro que sí. Lo que quizá no sabes es que supera al nuestro unas cien mil veces. Y eso no es todo, la parte que se encarga de reconocer y procesar los olores es cuarenta veces más grande que la de los humanos. Su poderosa nariz les es de gran utilidad para conocer y relacionarse con otros de su misma especie, al olfatearlos son capaces de determinar el sexo, edad, salud, dieta y hasta las emociones.
No puedo estar segura al 100 % de lo que Pietro detectó en Sebas, al igual que yo, no se fiaba de su vista. Sus ojos negros lo contemplaron con cautela, ladeó la cabeza a un lado y al otro. Si pudiera hablar, seguro que me diría algo como "Y este, ¿quién es?"
A diferencia del músico, Sebastián no activó el modo pánico, gracias a la camiseta deportiva, que aún tenía pegada al cuerpo, pude notar que sus músculos no se habían tensado, todo lo contrario. Se puso en cuclillas y estiró una mano como un símbolo de... ¿paz? Puede que de buena voluntad hacia mi perro. Le estaba otorgando la decisión final, una invitación para conocerlo.
Claramente Pietro era mucho más precavido que yo, que me bastó una mirada para arrojarme a sus brazos. Él, en cambio, se acercó dubitativo. Mis ojos estaban alerta ante cualquier señal, lista para intervenir en caso de ser necesario. No lo fue. El pelaje de Pietro no se erizó, no hubo atisbo alguno de colmillos, aunque la cola se mantuvo tensa conforme se acercaba a olfatearlo.
Sebas continuó inmutable, con esa sonrisa eterna que no acababa por llegarle a los ojos. De pronto ocurrió lo inesperado. El rabo de Pietro comenzó a agitarse como un péndulo poseído, para después darle paso a un sinfín de lengüetazos que envidié no ser capaz de imitar, porque... bueno, sería raro.
—Hola, amigo —susurró Sebastián al tiempo que sus ojos adquirían un brillo peculiar—, ¿quién es un buen chico?
Pietro soltó un par de ladridos a modo de respuesta, claro que sí. Acto seguido empezó a juguetear como cuando era un cachorro, dando brincos de un lado al otro sin dejar de menear la cola.
—Así que... —Sebastián se enderezó despacio—, es un perro.
—Sip. —Cerré la puerta.
Mi imaginación salió disparada cuando aquellos largos dedos pasaron por su melena, y un cosquilleo se me instaló en la boca del estómago cuando sus ojos se clavaron en los míos.
—Eso... eso explica muchas cosas. Anda, ríete, se te nota en la cara que no puedes con la risa.
Estaba más que claro que el sentido de la vista de Sebastián era mucho mejor que el mío, lo que no tenía idea era de cuánto, como bien descubriría más adelante.
Me reí, no como para que me doliera el estómago o me saltaran un par de lagrimitas, solo lo suficiente para liberar un poco la tensión que tenía instalada entre las tripas.
—¿Sabes que eres el primer chico que le presento? —Caminé hasta el sillón, él me siguió sin que tuviera que invitarlo y se sentó a mi lado. En tanto que Pietro se coló en medio de ambos.
Abrió la boca para responder, debió de pensárselo mejor porque en lugar de hacerlo tan solo asintió. Lo que me llevó a preguntarme si era un hablador en proceso de reformarse, de esos que sueltan lo primero que se les cruza por la cabeza.
Los siguientes minutos me parecieron eternos, el silencio solo se veía perturbado por el aliento de Pietro que no dejaba de jadear por el hocico, como cuando está agotado luego de una buena carrera. Por el rabillo del ojo, percibí a Sebas mirándolo todo, como si tratara de memorizar cada detalle de mi apartamento.
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Número equivocado
RomanceCuando Victoria Ferrer, la influencer con un pasado escandaloso, y Sebastián Ruiz, un hombre en busca de redención, se encuentran por accidente, sus vidas se entrelazan en un giro del destino. Ella, conocida como #ParisTapatia, guarda un corazón pr...