A diferencia de la ida hacia las cascadas de Huaxtla, el camino de regreso fue demasiado rápido, eso o que no me sentía listo para despedirme de ella cuando aparqué frente a su departamento. Mientras la ayudaba a quitarse el casco, luego de bajar de la moto, el brillo que reflejaron sus ojos provocó que mi corazón se detuviera por un instante.
—Me... —carraspeé— me divertí mucho hoy.
Sus mejillas adquirieron un rubor rosado que me enterneció por dentro y no pude evitar maldecir al tiempo por haber avanzado tan rápido.
—Yo también, te... ¿te gustaría subir un rato?
Vaya, por lo visto, yo no era el único que no quería despedirse.
Gran parte de mí quería aceptar su invitación solo por el gusto de permanecer más tiempo a su lado, pero otra... otra sabía perfectamente lo que podría pasar allá arriba y no confiaba ni un poco en mí mismo para cumplir la promesa autoimpuesta de mantener las manos lejos de ella.
Lo que para mí fueron apenas unos segundos, al parecer para el clima fue mucho más. El cielo tembló bajo un rayo que debió sacudir las nubes como un bebé lo hace con su sonaja. De inmediato comenzaron a caer diminutas gotas de lluvia, que no tardaría mucho en convertirse en tormenta.
Pero no fue el trueno ni la lluvia lo que me hizo recuperar la conciencia, sino la risa de Tori.
—Bueno, aunque no quieras tendrás que subir, al menos hasta que baje la lluvia, no queremos que te caigas por ahí.
Tuve que darle la razón, luego de mi accidente hacía tanto tiempo que resultó ser una lección bien aprendida.
Preocupada por que le pudiera pasar algo a mi medio de transporte, Tori me pidió que esperara en lo que abría la puerta que daba al estacionamiento. Cuando lo hizo, me señaló su Mini Cooper e indicó que podía dejarla allí. Para ser honesto, si por mí fuera, la pude haber dejado en la acera de enfrente, aun así agradecí sus lindas intenciones.
Ya arriba, me sorprendió que Pietro no saliera a recibirla, quizá ese perro era mucho más inteligente que los que llegaban a casa de Romi en busca de refugio, debió de saber que su paseo se pospondría hasta que la lluvia amainara.
—¿Quieres ver una película o...?
—No, no. Quedémonos aquí. —Señalé los sillones de la sala.
Sospechaba que la televisión debía de estar en su recámara, toda vez que el mueble de la sala estaba repleto de libros, muchos de ellos aún con la cubierta de plástico.
Tori se encogió de hombros, pasando por alto el temblor de mi voz. Cuando la vi sentada, el recuerdo de sus piernas enredadas en mi cintura me llegó a la cabeza como un latigazo. Observé hacia la cocina donde vislumbré un par de bancos altos. Quizá era mejor sentarnos ahí. Antes de sugerirlo, otro latigazo azotó en mi cerebro, esta vez como una fantasía donde Tori estaba con las piernas abiertas y yo de rodillas ante ella, con la cabeza entre... ¡Dios! Ningún lugar era seguro en esa casa.
—¿Sebas? ¿Va todo bien?
—Sí, bien. Sí. ¿Dónde está Pietro?
Apenas pronuncié su nombre, las garras repiquetearon en el suelo de madera. El imponente rottweiler se acercó con un bostezo atravesado. Me observó a mí, y luego a su ¿cómo dijo Tori...? Humana. La cola se agitó y con paso presuroso fue a tumbarse a su lado, dejando la cabeza reposada sobre sus piernas. Quién fuera él. Envidiaba esa confianza entre ambos.
Con el perro de por medio, al final me senté al otro lado. Sentí las manos sudorosas, las froté sobre mis jeans antes de devolverle mi atención a ella.
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Número equivocado
RomanceCuando Victoria Ferrer, la influencer con un pasado escandaloso, y Sebastián Ruiz, un hombre en busca de redención, se encuentran por accidente, sus vidas se entrelazan en un giro del destino. Ella, conocida como #ParisTapatia, guarda un corazón pr...