Luego de aplicar la tercera capa de rímel procedí a ponerme el vestido, con cuidado de no arruinarme el peinado con ondas que caía por mi espalda. Si bien no era de las que tardaban horas en arreglarse, esta vez hice una excepción. Una parte de mí quería causar una gran impresión entre los invitados, Sebas me había dicho que acudirían solo los amigos más cercanos y me encantaba recibir halagos. Pero, otra parte, la predominante, solo estaba haciendo tiempo. Quería que el reloj corriera deprisa, que la fiesta fuera y viniera sin que yo lo notara siquiera.
Observé a la chica que me devolvía la mirada en el espejo, sus ojos grandes y brillantes, con los párpados maquillados de verde. El rubor en sus mejillas, que esperaba ser suficiente para cubrir el enrojecimiento natural en caso de ser necesario. Los labios color coral que enmarcarían una sonrisa falsa. Recorrí mi cuerpo con los ojos, el vestido largo, verde oscuro, colgaba hasta el suelo y mi pierna que salía por una de las aberturas.
Es la hora, me dije.
Bajé la máscara de póquer una última vez y me encaminé hacia la puerta con paso firme. Pero alguien me ganó en girar la perilla, di un paso hacia atrás con gracia y sin que los tacones resultaran un obstáculo, seguramente sería Sebastián que regresaba a apresurarme. Me equivoqué.
—¡Al fin te encuentro! —Los ojos de Gabriel parecían estar vibrando, su tono de voz no era el pedante al que estaba acostumbrada y eso me preocupó, no tanto como el hecho de darme cuenta de que ni siquiera se fijara en mi escote. Algo estaba mal.
—¿Qué pasa?
—Tú y Sebas... tienen un problema.
—¿En serio? ¿Otra vez? —Puse ambas manos en mi cadera sin esconder mi cara de fastidio—. Pensé que ya habían arreglado las cosas entre ustedes.
—No es eso, Tori, escúchame...
—Gabriel —exclamó una voz autoritaria a su espalda, dejándonos a ambos mudos por la sorpresa: Antonio—. Tu mamá te está buscando, quiere que le ayudes con algo.
Gabo asintió sin dejar de mirarme, me extendió su brazo.
—Acompañaré a Tori abajo y ahora voy.
—Ahora, Gabriel. Yo escoltaré a mi futura nuera, además, me gustaría hablar con Victoria —su mano apretó el hombro de Gabriel—, en privado.
Sin decir una palabra más, Gabo giró sobre sus talones y salió, llevándose con él cualquier explicación y noticia que quisiera informarme.
Una vez a solas, Antonio se giró para ponerle el seguro a la puerta. Un escalofrío me recorrió de punta a punta y tuve que recordarme varias veces que había mucha gente afuera y abajo que podrían escucharme si gritaba. Crucé ambos brazos sobre mi pecho, como si sirvieran de algo para protegerme.
—¿Qué quieres? —pregunté con la mayor firmeza que pude.
—Ya te dije, hablar.
Dio un paso al costado, sus ojos apuntaban a la cama revuelta. No dudaba de que me imaginara ahí con Sebas, enredados, haciendo lo mismo que hice con él seis años atrás.
Me rodeó sin tocarme, caminó hasta la cama donde estiró la mano para extender el edredón, debió de parecerle demasiada molestia porque su mano volvió a bajar y se sentó tal y como estaba.
—Ceci me dijo que tuvo una charla interesante contigo en la mañana.
Tragué saliva junto con una parte del nudo que se aferraba a mis cuerdas vocales. Obviamente, no podía saber qué le había contado ella, pero dudaba, en serio, dudaba, que sacara el tema de la infidelidad.
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Número equivocado
RomanceCuando Victoria Ferrer, la influencer con un pasado escandaloso, y Sebastián Ruiz, un hombre en busca de redención, se encuentran por accidente, sus vidas se entrelazan en un giro del destino. Ella, conocida como #ParisTapatia, guarda un corazón pr...