En mis casi treinta y dos años de vida había tenido relaciones sexuales con cinco chicas: Carla, Vanesa, Rebeca, Inari y Alina. En ese orden. Con Carla perdí la virginidad en preparatoria, me avergüenza reconocer que fui un verdadero desastre. Acababa de descubrir el placer carnal, todo era nuevo para mí, las sensaciones, los orgasmos, TODO. No me sorprendería que, si le pidieran a Carla que ranqueara a los hombres con los que había estado yo me encontrara al final de la lista. Después de todo, me comporté como un crío.
Con Vanesa, la cosa no pintó mucho mejor. Había leído un poco sobre el cuerpo femenino en internet. Al final de nuestras sesiones ella había dicho que lo disfrutó. Siendo sincero no le creí, aunque en su momento me aferré a esas palabras.
No fue hasta Rebeca que empecé a mejorar. A ser menos egoísta. Ella fue quien me enseñó sobre los juegos previos, a tocar y explorar. Era un par de años mayor que yo. No le daba pena expresarse ni pedir lo que quería. Me corregía como una maestra lo hace con sus alumnos. Reorientaba mis dedos, boca o miembro. Me enseñó a identificar un orgasmo falso de uno real, y ahí fue cuando supe que Vanesa me mintió en nuestras primeras veces. Aprendí a escuchar las respiraciones que se convertían en gemidos, sentir el pulso y los cambios de este.
Inari... aquello había sido un error. Ambos estábamos muy borrachos, sucedió una vez y ni siquiera soy capaz de recordar con exactitud cómo fue que pasamos del jardín donde todos bebían hasta el baño de la planta superior. Si no fuera porque Alina montó todo un escándalo ni me habría enterado. Por mí pudo pasar como un sueño. Después de esa dichosa fiesta, Inari salió oficialmente del closet y nosotros nos distanciamos.
Al poco tiempo Alina y yo formalizamos nuestra relación. Los padres de ambos se maravillaron con la noticia, quizá más que nosotros. A diferencia del resto de las chicas con las que llegué a medio salir, que se molestaban cuando cancelaba planes por estar con Diego; cuando no les contestaba los mensajes o se ofendían si desaparecía por un rato; Alina era todo lo contrario. Venía a casa a vernos a ambos, siempre con un regalo para mi hermano menor. Adaptaba los planes de acuerdo al tiempo que yo podía ofrecerle. Prácticamente se mantuvo en la sombra, sin exigir nada. Cuando el cáncer ganó, fue ella quien evitó que me derrumbara.
Si bien durante nuestra relación hubo sexo, no fue hasta la partida de Diego que me concentré en ella. Creo que fue porque quería recompensarla, a ella, su tiempo y paciencia. Me gustaba hacerla feliz y complacerla, dentro y fuera de la cama. Nueve años de relación, dos en los que ella fue el centro de todo. En que memoricé su cuerpo a conciencia. Aprendí a adelantarme a sus deseos, nunca tuvo que decirme si algo le gustaba o no, la conocía. Conocía su cuerpo quizá mejor que ella.
Carla, Vanesa, Rebeca, Inari y Alina.
¿Casualidad o destino?
Ahora que repaso mi pasado sexual, sí que es curioso que el nombre de las chicas con las que estuve antes tuviera como inicial una letra del nombre de ELLA. Si alguien —Mateo con toda probabilidad— me dijera que aún me faltaban tres letras para completar su nombre, lo mandaría al cuerno. Porque luego de hacer el amor con Victoria supe que no necesitaba conocer a nadie más.
Mientras Tori se ocupaba de quién fuera el imprudente que venía a estas horas de la madrugada, yo aproveché para ir al baño a deshacerme del condón, entre otras cosas.
Pasaron un par de minutos sin que Tori volviera y, cuando pensaba en ponerme los pantalones y salir a ver qué pasaba, escuché la puerta azotarse y a los pocos segundos al fin volvió a la recámara.
—¿Todo bien? —pregunté.
—Sí, mi estúpida vecina vino a quejarse de los gritos.
No supe qué contestar a eso, así que solo me reí. Sabía sin que ella pronunciara palabra alguna que aquella discusión no era la primera vez que pasaba. Y me importó un bledo, porque planeaba seguir haciéndola gritar, no permitiría que Tori se reprimiera. La vecina bien podía ir comprando una caja de tapones para los oídos.
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Número equivocado
Roman d'amourCuando Victoria Ferrer, la influencer con un pasado escandaloso, y Sebastián Ruiz, un hombre en busca de redención, se encuentran por accidente, sus vidas se entrelazan en un giro del destino. Ella, conocida como #ParisTapatia, guarda un corazón pr...