14 - Sebastián

111 15 0
                                    


El picor del sudor que me caía por la frente, la incomodidad de la ropa pegajosa luego de haber corrido quién sabe cuántos kilómetros e incluso el dolor de la mandíbula dejaron de importarme cuando choqué con Tori afuera de mi edificio. ¡Por todos los cielos!, ¿qué estaba haciendo aquí? ¿Acaso venía a reclamarme...?

—Suéltame, por favor. —El timbre de su voz apenas era perceptible.

—¿Estás bien? —Seguía dándome la espalda—. ¿Tori?

Al no responderme, me animé a dar un paso al frente sin soltarla, la atraje hacia mí y la rodeé con los brazos. Su cabeza se escondió en mi pecho, poco me importó lo mucho que debía de apestar, cuando su cuerpo dio unos ligeros saltos propios de las convulsiones del llanto.

—Por favor, no llores.

—No estoy llorando, tú estás... —Sorbió por la nariz. Sus manos se interpusieron entre nosotros para ayudarla a apartarse. Cuando lo hizo continuó con la mirada cabizbaja—. No, claro que no. Cómo vas a estar llorando, seguro que estás más que bien, feliz y hasta ansioso. Sería mejor si subieras ahora, ¿sabes? Puede que aún alcances a tu novia en la ducha y...

Esto último lo dijo con la frente en alto, sus preciosos ojos se abrieron como platos, seguro por culpa del moretón que ya se me empezaba a pintar.

—¡Por Dios! —Cubrió su boca con ambas manos—. ¿Qué te pasó?

Un nudo se expandió en mi garganta, parte culpa, parte enojo, impidiéndome contestar.

—¿Sebas? ¿Quién te hizo eso?

—Tu amigo —tragué saliva y parte del nudo—, con el que te besabas.

—Espera... ¡¡¿qué?!! —Detecté una genuina sorpresa en su voz, ¿acaso no lo recordaba?—. ¿Te peleaste con Juan Pablo?

¡Puta madre, otro con P en su vida!

—Si así se llama el tipo que te besó, entonces sí.

—Pero... pero... ¿por qué?

—Por imbécil supongo, me dominaron los celos y...

—¡¿Qué celos?! —Se frotó las mejillas limpiando el charco de lágrimas—. ¿Sabes qué? No —negó varias veces con la cabeza—, no puedes tener celos si tienes novia.

—¿De qué novia estás hablando?

—De la que te está esperando arriba, la rubia, guapa y sexy que está en toalla o quizá ya esté desnuda. No importa.

—Espera, ¡¿qué?! —Miré hacia la ventana de arriba como si desde ahí pudiera ver a la chica imaginaria que...—. ¿Hablas de Inari?

—¿Quién? ¿No era Daniela? Da igual...

—La chica que está arriba es Inari, es solo una amiga.

Se quedó callada por unos segundos, si la conociera mejor creería que estaba escarbando entre sus recuerdos, lo que fuera que buscaba pareció encontrarlo, su mirada se enfrió de golpe.

—Ya veo, es bueno en todo caso que a tu novia no le importe ni que dejes que otras chicas anden desnudas en tu casa ni que otras se queden a dormir.

—Tori —di un paso al frente para acortar la distancia que nos separaba, la sujeté con delicadeza de la barbilla para forzarla a verme a los ojos—, no sé de qué estás hablando. No tengo novia.

—No fue lo que me pareció anoche cuando le metías la lengua a la güera oxigenada a media pista.

—A la única a la que le quiero meter la lengua es a ti. —Antes de poder arrepentirme por mi arrebato de sinceridad la besé.

Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora