18- Romance sonámbulo

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CINCO AÑOS ATRÁS:

La sala estaba iluminada con calidez, varios focos de luz anaranjada dirigidos hacia las paredes permitían moverse con seguridad por el espacio proporcionando a su vez una sensación de intimidad que resonaba con el estado de ánimo de las dos chicas. Sentadas en una de las mesas de madera que se encontraban desperdigadas por el local, se miraban con ilusión y nerviosismo, una por no saber lo que le esperaba, la otra por no saber si habría acertado al llevarla a ese lugar.

-    ¿Me vas a decir ya por qué estamos aquí? – le preguntó con cara de niña buena.

-    No – pero Chiara se limitó a negar con la cabeza mientras daba un trago a su cerveza, sonriéndole con picardía.

-    ¡Venga Kiki! Dame una pista por lo menos – le suplicó, intentando ablandarla. Realmente la curiosidad le estaba matando.

Desde que habían dejado atrás su facultad, Chiara había decidido jugar a hacerse la misteriosa. Se había limitado a agarrar su mano e informarle de que, si no querían llegar tarde, iban a tener que correr. Y sin darle tiempo a protestar, se lanzó a una carrera alocada por los jardines del campus, alterando la formalidad de los estudiantes ingleses. Sonrió al darse cuenta de cómo había pasado los 15 minutos que duró el trayecto riéndose como una loca con las tonterías de la morena. Le encantaba ese aspecto de su relación. Cuando estaban juntas se sentía libre, no le importaba ni el sitio ni el lugar, ni tampoco el juicio de los demás. Conseguía hacerla sentir plenamente cómoda en su propia piel.

Ahora, sentada junto a la morena, comprendió el acierto que había supuesto aquel cambio de rumbo inesperado. Ellas dos eran así, se complementaban al extremo dando como resultado el caos, la espontaneidad, la intensidad, lo doméstico. ¿Habrían disfrutado cenando en un restaurante pijo con velitas en la mesa? Probablemente sí, porque la compañía era lo más importante. Pero ¿iba a recordar con detalle cada segundo de lo que ocurriese en esa cita no cita? Estaba segura de ello.

-    Eres una impaciente. De estos labios no va a salir ni una palabra más– susurró mientras señalaba esa parte de su cuerpo, provocando que la mirada de la pelirroja cayera sin remedio hasta dejarla allí tirada, soltando un suspiro de anticipación. Y no solo por la sorpresa. No se le había olvidado la advertencia de la inglesa varias noches atrás, mientras bailaban al borde del precipicio.

No tuvo tiempo de contestarle porque en ese momento, el que parecía el organizador del evento se colocó en el centro de la estancia, preparado para dar inicio a lo que quiera que fuese a pasar en ese salón. Violeta prestó atención, excitada como una niña pequeña en la mañana de Reyes, dispuesta a no perderse ni una sola palabra.

-    Buenas noches a todas. Es un placer para mí, como integrante del departamento de Poesía de la Facultad de Letras, y sobre todo como granaíno, daros la bienvenida a este recital. Mis alumnas y yo os hemos preparado una selección de nuestros poemas favoritos de Federico García Lorca, y en algunos momentos los acompañaremos con música instrumental. Es nuestro deseo que disfrutéis al máximo de la experiencia y que dediquéis un brindis a su memoria – y alzó una copa de vino dando ejemplo antes de sentarse de nuevo.

El aplauso del resto de los asistentes al espectáculo provocó que el cerebro de Violeta reconectara y permitiera a sus músculos activarse para girarse de nuevo hacía la más alta, que pudo ver como sus ojos se habían achinado por la emoción contenida.

-    ¿Me has traído a un recital de Lorca? –la incredulidad que estaba sintiendo al ver hasta qué punto la chica demostraba conocerla provocó que la expresión de su cara no mostrara sentimiento alguno. Chiara se puso algo nerviosa, temiendo que no le hubiera hecho demasiada gracia.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora