Los cristales del pequeño coche de Chiara retumbaban al ritmo de la vibración de las canciones infantiles que se sucedían a todo volumen, una detrás de otra, sin interrupción. La morena fijó la vista en el retrovisor con una sonrisa, para encontrar a Paula sentada en el asiento trasero, moviendo al compás sus piernas colgantes y canturreando las partes que se sabía. Después de casi morir de emoción al encontrar a su tía esperándola al salir de clase, con la inglesa a su lado, se había adueñado de la lista de reproducción con un simple "tati siempre me deja elegir la música en su coche", que no había dejado lugar a la duda.
Desvió los ojos un metro a la derecha, para encontrar la figura de la pelirroja, abstraída en el paisaje que dejaban atrás mientras se le escapaban de entre los labios fragmentos de aquellas letras que sin duda estaba harta de escuchar. Prácticamente no habían vuelto a intercambiar palabra entre las dos porque la pequeña había monopolizado el trayecto contándoles como le había ido el día.
Ahora, mientras echaba el freno de mano a dos metros de la casa de sus dos acompañantes, intentó confirmar de nuevo que lo que iban a hacer era lo correcto.
- Bueno, pues aquí estamos. ¿Segura que quieres que me quede?
Los ojos castaños de la andaluza se apartaron de la ventana y buscaron los suyos al otro lado del espejo interior, limitándose a sonreírle con cariño al ser consciente de los nervios irracionales que la estaban asaltando, a pesar de haber comido en aquella casa una infinidad de veces.
- Paula cariño, ¿puedes ir entrando y avisas a la abuela de que tiene que poner un plato más?
La pequeña no tardó ni dos segundos en soltarse de las protecciones que la aseguraban, abrir la puerta y salir corriendo en dirección a la entrada de la casa, gritando emocionada mientras reclamaba la presencia de Sufema. Violeta quería tener unos instantes de privacidad con la profesora, para asegurarse de que no iba a dejarse llevar por el plan en contra de su voluntad.
- Que no te de vergüenza, se van a poner muy contentas de que comas con nosotras.
- Ya... pero es que no se, es raro – retiró la mirada de aquel color tierra que conseguía intimidarla, lamentándose de su propia inseguridad, porque realmente la idea le apetecía mucho.
Solo cuando sintió movimiento tras de sí, giró sobre su eje para mirarla de frente, encontrándola más cerca de lo esperado. Violeta se había colocado entre ambos asientos delanteros, y apretaba su hombro con firmeza, intentando transmitirle calma.
- No tienes por qué hacerlo si no quieres, pero a Paula y a mí nos encantaría.
Cinco minutos después, ambas caminaban por los pasillos de la casa, escuchando cada vez más de cerca la voz de la niña, que apremiaba a su madre y a su abuela para que se asomaran al corredor sin querer decirles todavía quien era la persona que iba a unirse al momento familiar. Un instante después, dos rostros que se parecían como gotas de agua aparecieron tras el marco de la puerta de la cocina, dándose de bruces con la última persona que habrían podido imaginar.
- Chiara, cariño – Sufema fue la primera en reaccionar, acercándose a la morena para darle un cálido abrazo de bienvenida – Que alegría que te quedes con nosotras.
La pelirroja sonrió con la escena que se desarrollaba ante ella, había acertado de pleno con la respuesta que sabía tendría su madre. Detrás de ambas mujeres, Tana se mantenía quieta como una estatua, mirándole con los ojos como platos sin llegar a entender como de repente cierta guiri iba a retomar viejas costumbres del pasado a pesar de todo lo que se traían entre manos. Le hizo un gesto casi imperceptible con la mano, para que saliera del trance y actuara como una persona normal.
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Volvernos a encontrar.
FanfictionChiara regresa a su hogar tras cinco años sin tener noticias de Violeta, pero sin haber conseguido olvidarla. ¿Podrán volverse a encontrar?