11- Mariliendres

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CINCO AÑOS ATRÁS:

Era tal el alboroto que estaban montando que la gente que pasaba cerca de la terraza en la que estaban sentados se quedaba mirándolos con una mezcla de disgusto e incredulidad. Un grupo de españoles bebiendo cerveza en medio del ambiente tranquilo de Newcastle era todo un acontecimiento.

Denna, Alex, Juanjo, Martin, Chiara, Violeta y Ruslana, que había aprovechado el festivo del 1 de noviembre para viajar desde Menorca, se reían a carcajadas del último meme que el zaragozano estaba imitando. Las últimas semanas era bastante evidente para todos que la situación entre él y Martin estaba dando pasitos hacia delante, y Chiara sonreía al ver la cara de enamorado que ponía el vasco al ver a Juanjo cada vez más relajado e integrado en su círculo cercano. 

- Tienes que aprender a disimular mejor – estaba sentado a su izquierda, y se acercó a su oído para hablarle en privado.

- No me está yendo mal desde que no disimulo, igual deberías aprender de mí, amor – le guiño un ojo y señaló con descaro a la pelirroja, sentada al otro lado de su amiga. Desde que Chiara le había puesto al día del resultado de la cita con Salma, Martin remaba más que nunca y le insistía con el tema cada vez que tenía oportunidad.

La inglesa se permitió desconectar por un segundo de las conversaciones que se entrecruzaban en la mesa, y centró su atención en su pierna derecha, donde la mano de Violeta llevaba un rato dibujando figuras abstractas en la tela de su pantalón. Las dos pelirrojas de su vida se estaban poniendo al día de los últimos cotilleos de conocidos en común de la isla, y ella aprovechó que no le estaban prestando atención para perder la mirada durante unos segundos en el perfil de Violeta. Esa tarde se había recogido el pelo en un moño desordenado, y los labios perfilados destacaban en su cara totalmente despejada salvo por las inseparables gafas de sol. Un suspiro escapó de sus labios, y sin pensarlo entrelazó su mano con la que descansaba en su rodilla. Al sentir el roce, Violeta giró la cara hacia ella sin importarle dejar a Ruslana con la palabra en la boca, y le regaló una sonrisa que llevaba el hoyuelo incorporado de serie a la vez que apretaba más su agarre. Ruslana, por su parte, se limitó a arquear las cejas y sonreír con incredulidad, la situación era tan evidente desde fuera, que se desesperaba.

- Rus, ¿me acompañas a pedir dentro? – Denna, que estaba sentada enfrente de las tres y había observado el momento, decidió que era su oportunidad de obtener más información.

La aludida asintió algo sorprendida, porque habían coincidido por primera vez aquella tarde, pero se levantó con ella y se alejaron hacia la barra. Una vez dentro, mientras esperaban a que el camarero les sirviera otra ronda de cervezas, Denna disparó.

- ¿Tú también lo notas, ¿verdad?

- ¿De qué estaríamos hablando exactamente? - la menorquina no quería exponer a su amiga delante de alguien a quien acababa de conocer, pero a la vez intuía que podía convertirse una aliada en el barquito de las dos chicas.

- Pues de cómo se miran estas dos, que yo no lo soporto más – señaló con la cabeza hacía atrás, viendo desde la cristalera del local como Violeta había pasado a acercar más su silla para apoyar la cabeza en el hombro de la más alta, mientras seguían con las manos entrelazadas debajo de la mesa.

- Pff ya somos dos, yo llevo aguantado su intensidad desde que tengo memoria, estoy acostumbrada – su cara dibujo una expresión de desagrado que les hizo reír a ambas.

- Yo creo que Violeta no es consciente de lo que pasa, pero a Chiara la veo muy pillada, ¿nunca ha pasado nada entre ellas?

- Que va, la cagada de mi amiga no se atreve a decirle nada. Le da pánico tirarse a la piscina y que esté vacía.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora