35- Escalofrios

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- Me estoy muriendo de puro miedo, pero aun así sácame a bailar...

Chiara Oliver cantaba a pleno pulmón, su voz sacudiendo las telarañas de cada rincón de las paredes de su apartamento. Utilizaba el palo de la escoba como pie de micro, bailoteando de aquí para allá mientras aprovechaba la mañana del domingo para poner algo de orden en el caos, sin poder desterrar la sonrisa de su boca ni por casualidad.

Porque había amanecido con aquella canción saludándola desde el chat de WhatsApp de cierta pelirroja, que se la había enviado antes incluso de que saliera de la cama, sin necesidad de más palabras. No las necesitaba, porque había entendido a la primera lo que pretendía, y reconocía sin reparo que desde ese momento la llevaba escuchando en bucle, identificándose cada vez con una estrofa diferente. Maldita Violeta, sabe jugar.

El sonido del timbre la sobresaltó, obligándola a detener el reproductor de su móvil y correr hacia la puerta, recordando justo en ese momento que había quedado con Jasmine para comer. No sabía donde tenía la cabeza últimamente. Bueno, si lo sabía, pero ahora no venía al caso.

- Hola Jas – el abrazo que le dio al tenerla delante, casi saltando sobre ella como un koala, puso a la joven sobre aviso de que algo había cambiado.

- ¿A ti que te pasa que tienes esa cara?

- ¿Qué cara?

Se adentraron en el salón, donde Chiara se lanzó sobre el sofá, palmeando el asiento a su lado con una sonrisa tan amplia que estaba incluso comenzando a asustarla.

- Esa, como si te hubiera dado un aire – la menor de las Oliver la señaló, siendo evidente para ella que su hermana lucía mucho más feliz de lo que acostumbraba en los últimos tiempos.

- Ah, pues no lo sé, será que ha nevado y eso me pone contenta – y era verdad, los copos que la madrugada anterior comenzaron a cuajar cubrían ahora el suelo con una manta de un grosor suficiente como para que las personas que caminaban por la calle hundieran sus pasos en una capa acolchada y crujiente.

- Ya...

- ¿Qué te apetece comer hoy? Tengo ganas de cocinar algo.

Y Jasmine, que no se estaba creyendo absolutamente nada y empezaba a intuir por donde iban los tiros, confirmó sus sospechas con esta última frase, porque solo había dos alternativas. O algo había pasado con Violeta, o a la más mayor le estaba dando un brote psicótico.

- Quieta ahí – la paró con voz autoritaria, al ver sus intenciones de levantarse de nuevo y ponerse a trastear con cualquier cosa - ¿Qué pasó anoche que de repente pareces una adolescente hormonada?

- ¿Anoche? Nada, no pasó nada – y Chiara lo intentó, pero bastó con recordar los últimos minutos vividos con Violeta en un banco cualquiera de la calle para que sus ojos se achinaran aun mas. No iba a poder disimular, era demasiado transparente.

- Chiara, tengo mucha más paciencia que tu. No voy a parar hasta que me lo cuentes.

- Ay Jas, creo que me he metido en un lio.

Y lo creía firmemente, pero el entusiasmo en el que estaban envueltas sus palabras dejaba bien a las claras que no se arrepentía ni lo más mínimo.

...

En un supermercado de las afueras, Violeta ayudaba a su madre con la compra de la semana, mientras Paula y Tana se dedicaban a patearse las tiendas de juguetes de aquel complejo comercial, descambiando uno de los muñecos repetidos que la pequeña había recibido esa misma mañana. Recorría los diferentes pasillos con paso relajado, silbando la melodía de la canción que había amanecido instalada en su cabeza y que se había apresurado en mandar a cierta morena. En otro momento de su vida se habría exasperado con la lentitud con la que Sufema comparaba ofertas, llegando a regodearse en ello, pero hoy no. Hoy absolutamente nada iba a poder alterarle.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora