16- Cada vez

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TIEMPO PRESENTE:

La risa de Paula jugueteando en la bañera ponía la banda sonora de aquella noche de viernes, en la que Violeta estaba cenando a las 8:30 de la tarde por culpa de su trabajo. Esa noche tenía pendiente un reportaje sobre el bar "El Triunfo", uno de los locales de moda de la isla y cantera de artistas emergentes en el mundillo musical. No tenía ninguna gana de trabajar hasta tarde, el encuentro con Chiara de la noche anterior aún tenía sus fuerzas bajo mínimos, y lo único que quería era tirarse en el sofá con un kilo de helado y empezar a pasar el duelo. ¿Amigas? Eso le había preguntado la inglesa, y pese a saber que era más de lo que podía haberse esperado, la propuesta se le quedaba bastante corta.

- ¿Tan mala me ha salido la tortilla que tienes esa cara, hija? – su madre, que se había sentado con ella para hacerle compañía mientras cenaba, sonreía para sus adentros. La cara de la pelirroja había sido un poema desde que llegó a casa después de la "cita", pero aún no se había visto con fuerzas de contarles nada de lo que había pasado.

- No digas tonterías mamá, está riquísima, como siempre – e intentó sonreírle con convicción, quedándose el gesto en una triste mueca.

- Te haría bien hablar de ello cariño...

- Realmente no hay nada de qué hablar mamá. Cerramos lo que teníamos pendiente y ya está – jugueteó con el tenedor y los trozos desperdigados de la cena que cubrían la mitad de su plato, no tenía ni hambre.

- ¿Y por qué parece que estás de funeral?

- Porque lo estoy – habían muerto las escasas esperanzas que había albergado de poder retomar lo que quedó a medias cinco años atrás. Chiara había dejado claro que si acaso, igual podían llegar a tratarse con el cariño que se le tiene a una amiga de la infancia, pero hasta ahí. Si, estaba de entierro, y se sentía con derecho a ponerse un poco dramática el tiempo que hiciera falta.

- ¿Acaso Chiara se ha muerto en las últimas veinticuatro horas? – su madre sonreía con suficiencia, le estaba sacando un poco de sus casillas. Últimamente no hacía falta mucho para conseguirlo.

Suspiró negando con la cabeza, apurando el vaso de agua que tenía delante. Con Sufema no se podía dejar una conversación a medias, así que decidió hacerle un resumen de lo ocurrido en la gruta de la playa.

- No, que yo sepa. Quiere que seamos "amigas" – entrecomilló con los dedos la palabra maldita, esperando la respuesta de su madre. Para su sorpresa, esta soltó una carcajada que no llegó a entender. No le veía la gracia.

- ¿Y eso que tiene de malo hija?

¿Qué tenía de malo? Si se paraba a pensar en las decisiones que podría haber tomado la inglesa respecto a su relación futura, realmente no tenía nada de malo. Podría haberse limitado a ignorarla de ahora en adelante, podría haberse marchado de nuevo, podría haberle dedicado mil y un calificativos desagradables, y sin embargo...

- Que no se si me veo siendo su amiga, mamá. Después de lo que paso, no sé si voy a ser capaz.

- Bueno, hasta donde yo sé, empezasteis así una vez ¿no? Quien te dice que la historia no se repite.

Sufema vio como su hija se levantaba de la mesa, repentinamente alterada. Violeta no quería ni pensar en esa posibilidad. Si dejaba que su madre y su hermana le llenaran la cabeza de pájaros con el tema, la caída podía llegar a ser mortal. Chiara había sido meridianamente clara con lo que quería, sin resquicios por los que colarse. Yo necesito pasar página y dejar de pensar en lo que pudo ser y ya no será. Eso había dicho, cristalino.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora