34- Supervivientes de aludes

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Estoy tan blandita después de escribir este capítulo que os dejo hasta banda sonora. Donde dice play recomiendo escuchar "Nieve" de Ismael Serrano mientras seguís leyendo 🖤

- Abu, mi rey favorito ahora es Basaltar, Kiki dice que es el más guay.

Las dos chicas dejaron escapar una sonrisa al escuchar a Paula empezar a contarle a su abuela lo mucho que había disfrutado de su tarde de Reyes, la primera en la que tenía la edad suficiente como para vivirla siendo consciente de su propia emoción. Sufema se apuraba en asegurar las correas de protección de la silla del coche, aprovechando que, por primera vez en el día, el puro nervio que le había recorrido desde el desayuno disminuía en intensidad.

- Bueno, pues lista señorita – se giró hacia su hija y la morena que la acompañaba, pilándolas mirándose de reojo, una vez más. No podría calcular cuantas veces había sido testigo de una escena similar desde que esas dos se conocieron en la adolescencia – Y vosotras marcharos ya, que al final llegáis tarde a la cena.

- No te preocupes Susi, conociéndolos vamos a ser las primeras en aparecer.

Chiara se acercó hasta ella y dejó un beso espontáneo de despedida en su mejilla, que les sorprendió a las dos por lo cotidiano. Justo después, se asomó por la portezuela abierta del coche familiar para hacer lo mismo con la pequeña.

- Adiós Chiara, lo he pasado super super bien.

- Yo también bichito, ya me contaras que te han traído mañana ¿vale? Y acuérdate de ponerles leche con galletas.

Detrás de ellas, Sufema le dio un codazo a la más mayor de sus descendientes en un intento para que saliera del estado de embriaguez en el que había caído al ver a la inglesa tratar de esa forma a su familia más cercana. Su golpe le devolvió a la realidad, y se apresuró en recuperar el movimiento para imitar a la más alta, hasta que finalmente vieron alejarse el vehículo y quedaron solas en medio de la acera.

Las dos cogieron aire hasta llenar el pecho, ocultándose la mirada, porque ahora que la euforia del momento había pasado se encontraron de frente con un montón enorme de incertidumbre acumulada. Tenían mucho de lo que hablar, pero ninguna parecía encontrar la fórmula que les permitiera desenrollar la madeja.

- ¿Nos vamos? – Fue Chiara la que dio el primer paso, colocándose a su lado y haciendo un gesto con la cabeza que pretendía conseguir que se pusieran en marcha en dirección al restaurante donde habían quedado.

Ella se limitó a asentir, y echaron a andar, codo contra codo, recorriendo sin prisa las calles de la ciudad por las que en su mayoría correteaban niños maravillados aun por la magia de la noche más especial del año. Fueron conscientes a la vez del tiempo que hacía que no compartían un momento así, ellas dos solas, simplemente paseando por las calles que las habían visto crecer, sin ningún tipo de prisa. Se adaptaron al paso de la otra con facilidad, parándose aquí o allá para cotillear algún escaparate o leer cualquier cartel, sin necesidad de ponerse de acuerdo para hacerlo. Varios minutos después, la inglesa se dio cuenta de que a pesar de que no era incomodo, Violeta no parecía capaz de romper el silencio que las envolvía.

- Oye, vas muy callada, ¿estás bien?

La pelirroja suspiró, comprendiendo que los intentos que estaba haciendo para que no se le notaran los nervios no estaban dando mucho resultado. Se giró para mirarla un instante, huyendo por primera vez de sus ojos verdes, vulnerable de repente.

- Estoy un poco nerviosa por la cena, la verdad – y siguió caminando un par de metros, hasta darse cuenta de que la morena se había parado en el punto en el que le habían golpeado sus palabras.

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