22- Territorio comanche

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TIEMPO PRESENTE:

Tomó aire por decimotercera vez en medio minuto, sentada sobre el capó de su coche y repiqueteando con los dedos sobre la chapa del mismo. Si alguien la viese desde fuera, pensaría que las líneas de los adoquines del suelo habían conseguido capturar toda su atención, pero la verdad es que en su interior se librara una guerra encarnizada. Era miércoles por la tarde, y los dos días que habían trascurrido desde su arrebato le habían sumido en un estado de reproche constante hacia sí misma y sus decisiones. Nunca había odiado tanto sus arranques de impulsividad como en ese momento.

La verdad era que no sabía por qué estaba allí, complicándose la vida, parada a dos metros de la puerta de la familia Hodar, a punto de meterse en una ratonera sin salida. Dos días antes, cuando consiguió volver a la vida después de encontrar aquel mensaje impreso de fondo en su pantalla y fue consciente de las consecuencias que tendrían sus actos, había necesitado hacer una videollamada de emergencia con sus dos confidentes. Buscaba desesperadamente una validación que no sabía si iba a obtener.

- "¿Qué te has ofrecido a qué? - Ruslana, asomada a su cámara frontal desde la oficina en la que trabajaba como diseñadora gráfica, parecía realmente no estar entendiendo nada.

- A darle clases particulares a Paula – su voz salió forzada, titubeando en un hilo tembloroso por la posible reacción de su mejor amiga.

- ¿Paula, Paula? ¿La misma Paula que estoy pensando? – las manos apretando sus cejas le dieron una pista de que el estallido estaba cerca.

- Rus, tranquila. Es su sobrina, no es como si fuera darle clases a Violeta – ahí estaba Martin, siempre conciliador y dispuesto a posicionarse de su lado.

- Eso, no tengo por qué cruzarme con ella – y ella misma lo repitió en alto para ver si así conseguía convencerse.

- Mira bonita, vete a llamarle tonta a otra porque a mí no me la das. Vas a pasar las tardes en su casa, como si nada, ya si eso que te invite a té con pastas cada día a ver que tal.

- Lo hago por la niña, no por ella – de nuevo, intentó que el eco de estas declaraciones se le marcara a fuego en la piel. Violeta no tenía nada que ver con su ofrecimiento. Nada. Nada de nada.

- Pero Kiki, es cierto que igual coincidís, no deja de ser su casa – Martin no quería que se diera contra un muro tampoco, si iba a hacerlo, que fuera teniendo conciencia plena de la situación.

- Bueno, ¿hemos quedado en ser amigas, ¿no? Pues eso – los ecos de su mente se reían a carcajadas de sus propias palabras, pero los ignoró.

- Y yo soy rubia de bote, no te jode."

Sonrió durante un segundo recordando el recelo  de la pelirroja número dos. Era evidente que la posibilidad de cruzarse con la pelirroja número uno con frecuencia estaba ahí, flotando en el ambiente. Por un lado, le daba pánico, pero admitía con ciertas reservas que, desde su encuentro en la playa, la idea había llegado a generarle un 1% de ilusión.

Se levantó de golpe, echándose en cara ese mínimo porcentaje que Violeta no merecía, y se repitió por última vez los motivos que le habían llevado a estar allí una tarde de otoño cualquiera. La sonrisa inocente de la pequeña, proyectada en sus recuerdos, le ayudo a acercarse finalmente y llamar al timbre del infierno.

- Chiara hija, pasa, te estábamos esperando – que fuera Sufema quien abrió la puerta ayudó a que ganara algo de confianza. Había vivido tantísimas veces una situación similar, que de repente le pareció natural estar allí de nuevo.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora