14- El cierre

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TIEMPO PRESENTE:

Cerró de un portazo la puerta del coche y se apoyó contra el reposacabezas soltando un suspiro de agotamiento profundo. El día había sido una soberana basura. Parecía que su jefe en la redacción de noticias había quedado encantado con el reportaje que grabó unos días atras sobre el nuevo cantante de moda, Álvaro Mayo, y siguiendo en la misma línea, acababa de encargarle un nuevo trabajo relacionado con el local de música en vivo en el que había arrancado su fama.

Odiaba tener que cubrir eventos por las noches. Normalmente significaban llegar a casa muy tarde, y si ya tenía problemas para conciliar el sueño desde que cierta guiri había reaparecido en su vida, este tipo de encargos agravaban el asunto. Bostezó mientras se incorporaba al tráfico, cruzando los dedos para no encontrar el típico atasco de última hora que le impidiera llegar pronto a casa. Pero evidentemente, no tuvo suerte.

Cuando finalmente entró por la puerta del piso familiar, más de cuarenta minutos después de lo que habría sido normal, lo único que deseaba era poder darse un baño de agua caliente y meterse en la cama dentro de su pijama más reconfortante. Para terminar de redondear el día, un incipiente dolor de ovarios empezaba a hacerse notar en su bajo vientre. Lo último que necesitaba en esos momentos era la carga emocional que acompañaba a la regla, suficientemente sensible se sentía ya con los acontecimientos recientes.

Dejó el bolso en el recibidor, preparándose mentalmente para una cena en la que se mencionara el nombre de Chiara una media de 3 o 4 veces. Ese día, jueves, Paula había tenido clase de música. Había decidido aprenderse el horario de su sobrina para anticipar las balas marcadas con su nombre que le lloverían encima a lo largo del día, así le resultaba algo más fácil de sobrellevar.

-        Hola tata – se acercó a su hermana, que terminaba de preparar la mesa de la cocina para sentarse juntas en unos minutos – dime que hay algo rico de cena por favor.

-        Siento decirte que mamá ha hecho judías verdes – Tana tenía una sonrisa desconcertante en la cara, que no iba acorde con las palabras que acababa de pronunciar.

-        Joder, sabe que las odiamos. ¿Por qué estás tan contenta entonces? – se sentó a la mesa mientras pellizcaba un pedazo de pan, no podía más con su alma para lo que restaba de semana.

-        Tu sobrina – y no añadió más detalles. Violeta frunció el ceño, sin entender nada.

-        ¿Qué ha hecho ahora ese bicho?

-        Ella nada, ha sido un bicho algo más grande – y la dejó guiñándole un ojo, partiendo en busca de su hija .

La pelirroja sentía que no tenía la energía mental suficiente para jugar a las adivinanzas. Si era algo importante, ya se enteraría. Soltó un suspiro de puro cansancio mientras se descalzaba y estiraba las piernas bajo la mesa. En ese momento, sintió unos pasitos apresurados que se acercaban por el pasillo, y cogió fuerzas para sobrellevar el torrente desbordante que era Paula.

-        ¡Tati, tati! – la vió entrar por la puerta de la cocina y pararse en seco frente a ella, con las manos detrás de la espalda y una cara de pilla que solo lucía cuando tenía una travesura que compartir.

-        Hola mi amor, ven a darme un beso – le abrió los brazos esperando que se acercara como todas las tardes, pero la niña, al parecer, tenía otros planes.

-        Es que antes tengo una sorpresa para ti – balanceaba los pies de adelante hacia atrás, de puro nerviosismo por la tarea que tenía que cumplir.

-        ¿Para mí? Te has equivocado bicho, hoy no es mi cumple – le hizo burla desde su posición, imaginando que habría encontrado cualquier tontería en el colegio que le quería enseñar.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora