24- La carretera de Menorca

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Miércoles por la tarde:

- Nunca pensé que a alguien podría interesarle una noticia sobre la carretera de Menorca.

Violeta se pasaba las manos por el pelo, incapaz de poner en palabras la descripción clara y concisa que tenía que redactar para el informativo del día siguiente. Le habían encargado un reportaje sobre la única autopista de la isla, y creía firmemente que no iba a encontrar la motivación suficiente como para terminarlo.

- Tu jefe lo mismo te manda de bares que te toma por ingeniera de caminos, me encanta – Tana removía su café sentada enfrente de su hermana, divertida con la situación.

- Pues que no te encante tanto, estoy totalmente en blanco – dejó escapar un suspiro resignado, levantándose para copiar a la más pequeña y disfrutar de otra taza del líquido oscuro y caliente.

- ¿No tendrá nada que ver con eso cierta guiri? – susurró esta última frase, no queriendo exponerse a que sus palabras llegaran al otro extremo del piso, donde Chiara llevaba unos veinte minutos aislada del mundo con su propia hija.

- Tana, no empecemos.

Puso en marcha la cafetera dandole la espalda a su hermana, negándose a que adivinara en sus ojos hasta que punto había dado en el clavo. Porque Chiara había pasado por delante de la cocina dejando tras de sí una imagen que le había desconcentrado hasta extremos patológicos. Había aparecido con un moño alto y despeinado que dejaba los rasgos de su cara totalmente al descubierto, con un jersey negro que no llegaba a cubrir sus clavículas afiladas y un pantalón negro que le favorecía de una forma incluso surrealista. No se engañaba a si misma, el perfil de la morena le había sacado totalmente de la onda del trabajo.

Estaba por girarse de nuevo hacia la mesa, cuando un carraspeo tímido interrumpió el silencio. La inglesa estaba parada en el marco de la puerta con expresión de indecisión, intentando hacerse notar.

- Perdón ¿interrumpo? Venía a por un vaso de agua.

- Pasa, pasa. Como en tu propia casa Chiara – su hermana tomó la palabra, pues ella se había vuelto a quedar colgada de su imagen, sosteniendo la taza de café en su mano, pero incapaz de moverse – Estábamos hablando de la falta de inspiración de aquí la reportera experta.

- Vete a la mierda Tana, a ti te querría yo ver escribiendo más de una frase sobre una maldita carretera.

Su hermana le sacó la lengua en modo de burla, y dirigió de nuevo su atención a la más alta.

- ¿Qué tal va Mozart? ¿Progresa adecuadamente?

- Tu hija es increíble Tana, aprende rapidísimo y además se nota que le gusta – Chiara dejó escapar una risa por el apodo utilizado, pero se puso seria para reforzar sus palabras. Paula estaba demostrando un instinto musical impropio de una persona tan pequeña, y ella estaba encantada de ser testigo.

- Con tal de aprenderse todas las canciones que habéis elegido...Es igual de cabezota que su tía.

- ¡Oye! ¿Se puede saber que te pasa hoy conmigo, graciosa? – Violeta, que había seguido la conversación en silencio, metió baza de nuevo, provocando que los ojos de la inglesa se clavaran en ella, con una mueca divertida al ver lo fácil que seguía siendo picarla.

Chiara apartó la vista al ser consciente de como la estaba mirando, y se alejó hacia el otro extremo de la encimera dispuesta a aliviar su sed mientras las otras dos chicas continuaban tirándose pullas. Segundos después, lista para volver al cuarto que hacía las veces de estudio, sus labios dejaron escapar una pregunta que ni siquiera había sido filtrada por los centros de mando de su cerebro.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora