6- Matching bracelets

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TIEMPO PRESENTE:

Odiaba hacer la compra. Lo odiaba profundamente. Para alguien como ella, que se distraía con facilidad ante la abundancia de estímulos, un supermercado era un laberinto en el que podía perderse si no tenía cuidado. Aquella mañana de principios de julio, vestida con un pantalón corto gris y una camiseta morada amplia, el pelo recogido en un moño y nada de maquillaje en la cara, mantenía una guerra silenciosa con su concentración ante el estante de los yogures, intentando decantarse por su favorito de la semana.

Distraída como estaba no prestaba atención a lo que sucedía a su alrededor, y por eso no pudo ver como a dos pasillos de distancia, una chica pelirroja paraba en seco su camino al reconocerla, mientras no podía evitar que una sonrisa tímida aflorase en sus labios. Tampoco pudo ver como se quitaba lentamente los auriculares que llevaba puestos, apreciándose en su rostro las señales de una profunda indecisión ante la duda de si acercarse a ella o no. Y finalmente, no pudo ser testigo de cómo el valor parecía haber ganado la partida en esa ocasión, pues Violeta se acercaba lentamente hasta donde ella misma se encontraba.

-        ¿Tus favoritos siguen siendo los de lima-limón?

El paquete de yogures que sostenía en las manos cayó al suelo, tal fue el impacto que esa voz provoco al resonar a escasos centímetros de su oído. Chiara, sin tener muy claro si el café de la mañana no había hecho efecto y aún seguía soñando, se giró hacia su derecha para descubrir que aquella voz era real y no un espejismo. Violeta, vestida con un vestido playero de colores, le sonreía con vergüenza mientras jugueteaba con los anillos que adornaban sus manos, visiblemente apurada.

-        Hay cosas que nunca cambian – contestó, con voz calmada a pesar del estado de nervios que la estaba removiendo por dentro. Se refería al sabor del yogur, pero quien sabe si también al efecto que el olor de la pelirroja tenía sobre ella desde siempre.

-        Me alegra que sea así. Me habían chivado que habías vuelto a la isla... - Violeta no sabía cómo iniciar una conversación, pues el rostro de la morena no expresaba ninguna emoción, y no podía saber si su intento iba a ser bien recibido o no.

-        ¿La chivata ha sido una enana de cuatro años que es igualita que tu? – el recuerdo de Paula, sabiendo lo que sabía en este momento, hizo que Chiara dejara salir una sonrisa sincera.

-        Una chivata a la que al parecer vas a dar clases – la pelirroja le devolvió el gesto, algo más relajada al ver que parecía haber vía libre para intercambiar algunas frases cordiales. Al menos no le había tirado los yogures a la cara, y eso era un gran paso.

-        Es una niña monísima, si todas son así me va a gustar la experiencia.

-        ¿Has venido para quedarte, entonces? – de entre todas las preguntas que flotaban sin respuesta entre ambas, Violeta no pudo evitar dejar escapar su mayor preocupación. Ahora que Chiara había vuelto, y que existía la posibilidad de encontrarla de repente en un supermercado cualquiera, no quería ni pensar en la idea de que volviera a marcharse lejos.

-        Eso parece, echaba de menos todo esto – y se refería a su familia, a Ruslana, a la propia isla, pero la andaluza no podía saber que en ese "todo esto" también estaban incluidos los momentos que vivieron juntas, los lugares comunes, los recuerdos compartidos que la esperaban detrás de cada esquina.

Violeta sonrió con la respuesta, sintiendo como un enorme peso se descargaba de sus hombros. Mientras se perdía sin darse cuenta en los ojos verdes que tenía enfrente, pensó que tenía una oportunidad inesperada de explicarse, y de intentar, si no arreglar la situación, al menos poder disculparse por los daños causados.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora