44- La gracia de los clichés

6K 328 81
                                    

Año y medio después:

-    ¿Te vienes a casa y hacemos los deberes?

-    No puedo Laura, hoy me recoge mi tía.

Una figura tranquila que disfrutaba del sol recostada contra los muros del patio sonrió sin disimulo al escuchar la conversación de las dos niñas que caminaban en su dirección, sin haberla descubierto todavía. Alzó la mirada de su teléfono móvil, donde en los mensajes que estaba intercambiando con la madre de una de ellas le aseguraba que todo estaba controlado, para ver como ya las tenía frente a sí, separadas de su cuerpo por una distancia de un par de metros y la presencia de algún otro niño rezagado que intentaba alcanzar la salida.

Por eso, antes de que pasaran de largo, emitió un curioso sonido que no era un silbido ni tampoco una llamada clara, que, sin embargo, sirvió para que Paula descubriera por fin su presencia y detuviera sus pasos.

-    ¡Hola Kiki! – y despidiéndose de su amiga Laura con una sacudida de su mano diminuta, la alcanzó en su posición.

-    Hola bicho, ¿nos vamos ya?

Y la ilusión que vio reflejada en sus ojos claros junto a la emoción que aun le recorría por completo después de haber escuchado aquellas dos palabras, "mi tía", se reflejo en su sonrisa amplia y sincera. Aun no se acostumbraba del todo a aquella relación cercana y sin dobleces, a la confianza que aquella pequeña había depositado sobre sus hombros, al cariño incomparable que las unía por diferentes razones.

-    ¿Qué me vas a hacer de comer? – cuestionó la cría de seis años, mientras avanzaban en dirección al coche de la profesora, una de sus manos entrelazada a la suya, el caminar acompasado.

-    Si lo preguntas es porque tienes alguna sugerencia que hacerme ... - y Chiara, que ya la conocía tanto como a cierta pelirroja que era su nexo en común, supo que no iba a poder negarle nada, como tantas otras veces.

-    ¿Podemos comer en el burguer? – y al ver el gesto de incredulidad que la morena puso en respuesta a su descaro, la pequeña puso su mejor cara de inocencia mientras se colocaba en su asiento, sabiendo lo que conseguía con ella – Porfa Kiki, es un día especial.

Y no pudo más que negar con la cabeza mientras aseguraba las protecciones de la sillita que ya vivía permanentemente en la parte de atrás de su coche y se apresuraba en ocupar su lugar al volante. Paula tenía razón, era un día alejado de la rutina habitual. Porque esa mañana, Tana estaría realizando el último examen que iba a habilitarla, muchos años y mucho esfuerzo después, como enfermera titular. Ese era el motivo que había llevado a que Paula estuviera a su cargo a unas horas poco habituales, porque Sufema se había negado a no acompañarla a la facultad portando varias estampitas como amuleto, y Violeta, su puesto como redactora jefe recién estrenado, había tenido difícil el cambiar el turno para acompañarlas.

-    Si te preguntan las otras Hódar, hemos comido puré de verduras – y le guiñó un ojo por el espejo retrovisor, rindiéndose a los encantos de la menor de la familia, obteniendo a cambio una carcajada emocionada que le calentó el pecho justo antes de arrancar.

...

-    Kiki, ¿este verano vendrás al cortijo?

Un par de horas después, una adulta y una niña con el mismo espíritu en el cuerpo reposaban la comida sobre el sofá del apartamento de la inglesa, una película de dibujos reproduciéndose en el televisor a la que realmente no le estaban haciendo caso, cómodas como estaban en su dinámica de preguntas y respuestas.

-    Claro mi amor, la tati y yo iremos en cuanto tengamos vacaciones – y la sola idea le hizo soñar con los ojos despiertos, recordando lo mucho que disfrutaba en aquel lugar apartado que sentía como parte de su propia infancia.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora