39- ...como pudiste caber allí.

6.2K 341 77
                                    


Un ligero cosquilleo en la zona especialmente sensible que rodea el ombligo la despertó poco a poco, haciéndole conectar con las sensaciones que sus sentidos registraban, de una en una y sin atropellos. Lo primero que distinguió fue un calor tan agradable como un fuego de hoguera, pegado a ella, acoplado a la forma de su espalda a la perfección. Acto seguido, un olor que reconocería en cualquier parte impregnándolo todo, las sábanas, el aire, su propia piel. Se dejó mecer por el compás de una respiración tan calmada como la suya propia, y a través de los párpados cerrados, apreció la claridad del día que se abría paso por los cristales de las ventanas que no habían tenido tiempo de cerrar la noche anterior. Sonrió aun sin moverse lo más mínimo, y justo después, sin querer malgastar más el tiempo, se permitió enlazar las manos con aquellas que le estaban acariciando el abdomen con todo el cariño que cabía en el planeta.

-    Menos mal, ya pensé que no ibas a despertarte nunca – la voz de Violeta, apenas un murmullo sobre su oreja, le causó el primer escalofrío del día. No sería el último.

-    ¿Qué pasa, te aburrías? - le preguntó con una risa casi inaudible, todavía de espaldas a ella, dejando que la inmensa sensación de bienestar que le invadía se reflejase en el tono de su voz, ronca por el sobre esfuerzo al que había sometido a sus cuerdas vocales.

-    No precisamente – y la pelirroja alcanzó a dejar un beso que insinuaba placeres en la zona sobre la que respiraba, antes de que la inglesa se diera la vuelta entre sus brazos, quedando impactada por la belleza sin artificios que el amanecer pintaba en sus facciones.

-    No te creo – Chiara negó, burlona, al descubrir un brillo peligroso en su mirada que no había desaparecido en toda la noche, a pesar de que había dedicado todos sus esfuerzos a apagarlo – Paramos hace tres horas, no puedes tener ganas otra vez.

-    ¿Ah no? ¿Quién lo dice?

La andaluza recorrió con sus ojos calor café el camino que quedaba visible por fuera de las sábanas desordenadas, haciéndole saber que bastaba con tener delante su desnudez para alterarla por completo una vez más. En realidad, llevaba únicamente quince minutos en el mundo de los vivos y estaba disfrutando del tacto de su piel sin mayores pretensiones, pero le encantaba ver como Chiara se sorprendía todavía de la química que eran capaces de generar, a pesar de haberse desgastado las manos en la otra hasta hacía solo un rato.

-    Yo lo digo – y aunque quiso sonar firme y convencida, percibió no sin un punto de incredulidad el saludo de su propia entrepierna reclamando actividad, estimulada únicamente por la forma en la que le había mirado, devorándola. Por eso, susurró sus palabras contra sus labios, dejándolos allí tirados sin llegar a besarla todavía, perdiendo toda credibilidad.

-    ¿No me das un beso de buenos días? – probó suerte la otra, que no quería quejarse mucho, porque en las últimas horas se había declarado firme seguidora de sus técnicas de tortura si estas tenían que ver con llevarla al límite del deseo.

-    Solo si prometes dejarme salir de esta cama después – el movimiento de su boca al hablar, presionando la contraria de forma aleatoria, sin unirse del todo, estaba encendiéndoles los motores haciéndoles pasar de cero a cien en milésimas de segundo. Ya no podrían apostar cual de las dos estaba más cerca de sucumbir.

-    No entiendo tanta prisa, Kiki – ella suspiró, entregada a aquel contacto que, aunque no era ni de lejos suficiente, no quería perder por ningún motivo. Podría quedarse toda la mañana así, sintiéndola respirar contra su propio aliento, sin necesidad de pasar a mayores. Así de perdida estás, Violeta.

-    Tenemos muchas cosas que visitar aun, Vio, ya estamos tardando en bajar a desayunar – y aunque tenía razón, no hizo ni el más mínimo amago de separarse de su cuerpo. Por el contrario, una de sus manos delineó la curva que unía sus costillas con el hueso de su cadera, fielmente secundada por sus ojos verdes, que también quisieron acariciarla. Así de perdida estás, Kiki.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora