Entró en casa precipitadamente, tropezando con sus propios pies, rezando por llegar a tiempo. Era miércoles, y si sus cálculos no fallaban, Chiara debería estar terminando más o menos ahora su clase particular.Su jornada laboral se había alargado más de la cuenta por culpa de ese misterioso reportaje que su jefe acababa de explicarle, y el retraso que en un inicio había conseguido sacarla de quicio por temor a perder la oportunidad de volver a ver a la morena, ahora actuaba como una maravillosa sorpresa que se moría por contarle.
Soltó las llaves del coche y las gafas de sol sobre el mueble de la entrada y caminó sin perder tiempo en dirección al estudio, limitándose a un saludo en forma de mano alzada al pasar por la cocina sin detenerse, dejando a su madre y su hermana con un palmo de narices. Desde el fondo del pasillo alcanzaba a escuchar el sonido increible de la risa de Paula mezclada con la de la inglesa, acompañadas por un conjunto de acordes estridentes que no le recordaban a nada en particular, pero que le sonaron mejor que el último éxito del verano. No estaba siendo nada objetiva, y era plenamente consciente.
- ¿Cómo van mis chicas? – se le había escapado el plural, porque su cerebro se fue de vacaciones al ser atacado por la imagen de Chiara, con Paula sobre las rodillas, cómodas como siempre conseguían estar, y no le importó ni lo más mínimo.
- Hola tati – desde esa posición su sobrina movió la manita en el aire, siendo imitada inmediatamente por la más mayor.
- Aquí estamos, terminando ya por hoy, ¿verdad bicho?
- Me alegro de no interrumpir entonces, porque tengo que contarte una cosa – se hizo la interesante desde el marco de la puerta, sabiendo que la paciencia no era una de las virtudes de la inglesa.
- ¿A mí? – y pudo comprobarlo al ver como sus ojos se dilataban hasta alcanzar el tamaño de dos monedas por la perspectiva de lo inesperado.
- Paula cariño, ¿me dejas un ratito con la profe Chiara?
Sonrió ante la situación surrealista que le tocaba vivir, teniendo que suplicarle a la sangre de su sangre para poder tener un momento de intimidad con la persona que había robado el corazón de todas las integrantes de aquella familia. Paula se bajó de sus piernas, no sin antes resoplar, frustrada por tener que separarse de su nueva mejor amiga, y salió de la habitación dispuesta a aplacar su enfado con sus juguetes nuevos. Violeta le premió con un achuchón que la levantó del suelo al pasar por su lado, y solo después abandonó su posición para alcanzar la banqueta en la que le esperaba Chiara.
Rodeó su cuerpo por la espalda simplemente para poder abrazarla desde atrás como llevaba deseando hacer cada una de las tardes en las que habían compartido espacio en esa habitación. En esa postura, las manos de ambas se entrecruzaron sobre el abdomen de la morena, y apoyando la barbilla sobre su pelo, se relajó por fin.
- Ahora si, hola.
- No, no, nada de hola. Cuéntame lo que sea, Violeta.
No quiso evitar la sonrisa que le invadió los labios al comprobar como iba a ser imposible hablar de nada más hasta que compartiera la información que aun le pertenecía solo a ella.
- ¿Nos tomamos algo y te lo cuento? – preguntó, soltando su agarre y sentándose a horcajadas sobre el banco, quedando de frente al costado de la más alta.
- Vale – y Chiara aceptó sin dudar, copiando su postura hasta quedar enfrentadas, y recordando de golpe que ya tenía un compromiso – Mierda, hoy no puedo. He quedado a cenar con los del trabajo.
Y hubo tanta pena en su voz que para la pelirroja fue imposible sentirse decepcionada por el cambio de planes. Era tan gratificante comprobar que las ganas de alargar sus encuentros no tan casuales eran compartidas, que no le importó que en esta ocasión no fueran a poder conseguirlo.
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Volvernos a encontrar.
Hayran KurguChiara regresa a su hogar tras cinco años sin tener noticias de Violeta, pero sin haber conseguido olvidarla. ¿Podrán volverse a encontrar?