38- Siendo tan pequeño el universo...

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- ¿Y estos pantalones, me los llevo?

Chiara caminó de nuevo frente a la cámara frontal de su móvil, apoyado contra la cómoda de su cuarto, ofreciendo un desfile de modelos improvisado en el que se apreciaba un primer plano de la parte de atrás del susodicho vaquero. A través de la videollamada que ya se alargaba por más de cuarenta minutos, alcanzó a escuchar las opiniones favorables de Martin y Ruslana, que votaban sí al outfit escogido.

- Con esos se le va a caer la baba más incluso que en el reportaje.

Las palabras de la ucraniana provocaron que detuviera en seco sus pasos, pudorosa de repente. Se acercó al teléfono para poder ver la expresión pícara de sus dos amigos, que se reían sin disimulo de los nervios para nada obvios que habían invadido el cuerpo de la inglesa desde que había aceptado la invitación a un viaje que le ilusionaba y la intranquilizaba a partes iguales.

- ¿Se notó mucho? - cuestionó, esperando que le dijeran que no, y que así le evitaran el tener que darse cuenta de que quizá se habían expuesto frente al público fiel del telediario.

- Por favor, cuando le explicaste el origen de la tramontana y os entró la risa, explotó el pupímetro hasta en Bilbao – el vasco estuvo de acuerdo, e incluso Juanjo, que debía de estar cerca, asintió a voz en grito sin asomarse a la pantalla.

- Que vergüenza – se tapó la cara con las manos, dejando de lado la maleta a medio llenar para centrarse en lo importante.

- Bueno, pero no es como si fuerais a esconderos de la gente, ¿no? – cuestionó Ruslana, sabiendo bien que su amiga nunca había estado dentro de ningún armario.

- ¿Esconder el qué, Rus? Ahora mismo no hay nada que esconder ni que mostrar.

Y Chiara cruzó los dedos tras la espalda para que el par de dos que le observaba con incredulidad desde distintos puntos de la geografía española no continuara presionando por ese camino. Aun tenía que activar el piloto automático al salir de la cama por la mañana, para no agobiarse con preguntas transcendentales sobre la relación entre las dos, preguntas que aun no tenían respuestas y que, por el momento, tampoco se sentía con fuerzas para plantearse con sinceridad. Mejor dejar que las cosas fluyeran sin agobios, tal y como estaban haciendo hasta el momento.

Al verla acelerada, Ruslana y Martin permitieron que saliera con vida del interrogatorio, sabedores del funcionamiento peculiar de la mente de aquella inglesa que estaba hundida hasta las rodillas en el fango sin saberlo todavía. Ya caerían las caretas, ya.

- Volvamos a lo importante, ¿debería llevarme pijama? - ahora mismo, esa era la única incógnita fundamental.

...

En su propia habitación, Violeta se asomaba a su armario, cumpliendo con el mismo ritual, pero con la ayuda física de Tana y la distracción de Paula, que pintarrajeaba un folio, acomodada sobre la cama de su tía.

- ¿Este jersey, tata? – se lo probó sobre los hombros, esperando el veredicto del jurado que se había buscado para hacer el equipaje.

- Ese es bonito, pero tienes uno beige que te sienta mejor – aportó su hermana, encantada de la vida con el papel que le había tocado en suerte en aquella comedia romántica salida de los años noventa.

- A la profe Chiara le gusta el que dice mami – aportó Paula, sin necesidad de desviar la vista del papel que estaba coloreando.

Ambas chicas se miraron, perplejas por el descaro de una enana que se enteraba de todo, aunque no lo pareciera. Sonrieron a la vez, una orgullosa por la sinvergonzonería de su propia hija, la otra algo abochornada al saberse transparente hasta para una niña de cuatro años.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora