12- Puentes

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TIEMPO PRESENTE:

La vuelta a la rutina estaba siendo dura. Había pasado el mes de vacaciones que le correspondía alejada de todo y de todos, disfrutando al máximo de su sobrina, y ahora adaptarse de nuevo a los horarios de la redacción de noticias se le estaba haciendo muy cuesta arriba.

Su estado de ánimo tampoco era el mejor para afrontar la vuelta a la normalidad. Si tuviera que definirlo en pocas palabras, estas serían "en pausa". Llevaba tanto tiempo con el mismo objetivo metido entre ceja y ceja, que una vez cumplido, se sentía un poco perdida y sin una meta clara que le ayudara a afrontar su día a día. Había intentado no crearse expectativas, ni buenas ni malas, sobre lo que podría llegar a ser encontrarse con Chiara, pero admitía que el rumbo que habían tomado las cosas le había generado una desagradable sensación de estar en punto muerto.

Si, había podido explicarse. Chiara había escuchado lo que tenía que decir. No le había tirado el café a la cara ni le había dejado plantada en la mesa del establecimiento, pero, aun así, sentía que no era suficiente. Quizá había soñado una escena diferente, en la que después de una conversación difícil de repente sonaban violines, una música suave salía de la nada y ellas se abrazaban como si el tiempo no hubiera pasado. No se tenía por una persona irracional, pero que después de todo la morena no tuviera nada que aportar, la irritaba un poco.

Apartó a un lado sus pensamientos al escuchar un intento de escala musical saliendo del cuarto de Paula. Sonrió y dejando sobre la cama las notas que estaba intentando memorizar para el informativo de la noche, se dirigió hacia allí.

Tumbada sobre la alfombra en forma de oso panda que tapizaba el suelo de su habitación, la pequeña se mordía la lengua mientras golpeaba concentrada las piezas del xilófono de colores que Sufema le había comprado la tarde anterior.

-        ¿Qué haces bichito? – se acercó a su sobrina y se tiró al suelo junto a ella.

-        Estoy tocando la escalera de música – Paula contestó con orgullo, como si aquel instrumento fuera el mejor piano del mundo.

Violeta soltó una carcajada y la abrazó contra su pecho. Esa niña era todo su mundo. No conocía mejor manera de despejarse que pasando ratos como ese con ella.

-        Se dice escala, peque. ¿Me enseñas a hacerlo a mi?

-        ¡Siii! Toma- le pasó la pequeña baqueta, y se puso toda seria para dar su explicación – La profe Chiara dice que hay que darle despacito, cada color tiene un nombre y...

Pero su tía había dejado de escuchar. Hacía dos semanas que Paula había vuelto al cole, y para sorpresa de nadie, su asignatura favorita era música. A pesar de tener solo dos horas por semana, las esperaba con impaciencia, y había llegado al punto de pedirles el xilófono para poder practicar en casa lo que aprendía en la escuela. La pequeña no era nada caprichosa, y su abuela se había dado prisa en cumplir sus deseos, a todas les parecía estupendo que desarrollara por ese camino sus facultades artísticas desde tan corta edad.

Pero para Violeta la situación no tenía tanta gracia. Las horas de las comidas habían pasado a ser terreno minado, porque Paula tenía algo que contar cada dos por tres sobre "la profe Chiara". La pobre Chiara había cantado la canción de Coco en clase, la profe Chiara les estaba enseñando percusión con objetos reciclados, la profe Chiara esto, la profe Chiara lo otro. La niña la adoraba. Que se llevaran tan bien le dificultaba el poder escapar del monotema que daba vueltas en su cabeza, pero a la vez no podía evitar que le calentara el corazón. Chiara y su sobrina juntas, pura fantasía.

Dejó un beso sobre la frente de la niña y se levantó, necesitaba un café. Esa noche iba a tener que cubrir el concierto de un artista emergente y seguramente tendría que acostarse tarde. Sentada a la mesa de la cocina, su madre subía el volumen de la novela, el ruido que estaba haciendo Paula le estaba cortando el rollo.

Volvernos a encontrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora