Capítulo 34. Cambiamos. Y demasiado.

12 3 0
                                    

A la mañana siguiente ella se despertó y miró alrededor.  Estaba sola en la habitación. Se sentía extraña desde el día anterior. Y eso se sentía bien.

Guardó el futón en el oshiire y se dirigió hacia el cuarto de baño. Cómo su marido aún no había regresado supuso que estaría bien darse una larga ducha. Llegó a esa estancia y se quitó el yukata y se lavó el cuerpo. Se sumergió en el agua caliente del ofuro.

El agua era confortadoramente caliente.

Pensamientos de Irasue: Que extraño... Me conservé tanto y con él... Me entregué el primer día. ¿Está bien? (suspiro) Además me he sentido extraña.

Irasue: Ese idiota solo me confunde... Esos malditos ojos. Su maldita sonrisa (se sonroja ligeramente) mierda, creo que sí lo amo.

Pensamientos de Irasue: Pero sí... Y me he estado sintiendo diferente desde anteayer... Mierda, ¿Estoy esperando cachorros? (se levanta) (suspira y se vuelve a sumergir en el ofuro) Ni siquiera se lo que hago. Además... Todo a su tiempo. Sí espero cachorros ya lo sabré.

Irasue se quedó unos minutos más en silencio.

Irasue: ¿A quién engaño? Yo misma sé que ahora no tengo rumbo.

Se quedó ahí por casi una hora, disfrutado de la tranquilidad y el agua caliente.
Cuando salió, encontró un nuevo kimono para vestir. Ella sonrió y se vistió.
Comenzó a caminar nuevamente. Cuando abrió la primera puerta se encontró con una estancia casi vacía, a excepción de una caja de madera. Se acercó para echar un  vistazo en la caja; había una pequeña... ¿crisálida? Ella lo tocó y una mariposa de luz salió, y comenzó a revolotear alrededor de ella de forma amenazante, y que al momento de que sus almas rozaban su piel, está sufría severas quemaduras.

Ella logró deshacer a la pequeña pero letal mariposa.
Myoga: Oh, mi amo va a estar muy triste.

Irasue: (volteando a ver a la pulga, que estaba en su hombro) ¿Qué? En primer lugar: ¿De dónde saliste? En segundo ¿Por qué se pondría triste?

Myoga: ... Esa era la meikai no chõ. El amo tardó mucho en encontrarla, y ya era la única.

Irasue: ¿Meikai no chō... Mariposa del inframundo? ¿Para que rayos querría Tōga algo cómo eso? ¿Acaso no le quemó la piel cuando lo trató de conseguir?

Myoga: Uno; la oruga es casi normal, dos; el amo Tōga parece ser inmune al dolor -a las quemaduras no, pero sí al dolor- y tres; sí se hace el procedimiento correcto, la sangre de la meikai no chō se puede volver una panacea.

Irasue: (murmurando) ¿Y ese imbécil desde cuándo sabe tanto?

Myoga: Mi maestro tiene bastante experiencia, aunque yo también ayudo.

Irasue: (arqueando una ceja) ¿En serio?

Myoga: (con pequeñas lágrimas escurriendo de sus ojos) La verdad es que ahora él es el que me enseña todo ahora, pero aún así me tiene todavía bajo su protección.

Irasue: (musitando) Una pulga tan pequeña no tendría otras posibilidades (comenzando a caminar)

Myoga: Y... ¿Cómo se siente, doña Irasue?

Irasue: Que no me digas así.

Ella entró a otra habitación, claramente un despacho. Se quedó mirando y notó el único pergamino que parecía usado recientemente. Ella lo tomó en sus manos. Era un mapa del archipiélago de la nación del sol naciente, con anotaciones en la capital de cada región.

Ella tardó un poco en percatarse, y, cuando lo descifró, ahogó un grito de sorpresa.

Myoga: ¿Que pasó, doña Irasu...

Mi nombre es Irasue MinayashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora