Capítulo 33. Una vida feliz. O eso creo.

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Al despertarse Irasue notó que Tōga estaba acurrucado a su lado. Se acomodó el kimono, que se había puesto rápidamente la noche anterior. Su esposo se acercó un poco más a ella mientras seguía dormido y la abrazó.

Ella sonrió. Parecía un cachorrito inocente... Además se veía tan lindo dormido...

Pensamientos de Irasue: (abre grande los ojos) ¡¡Él mató al rey de los yōkai!! ¡¡Ahora él tiene el control y seguramente ya todos se enteraron!! ¡¡Y todos van a querer una maldita explicación!!

Irasue: Tōga, levántate. Te recuerdo que eres el nuevo rey yōkai. (agitándolo de los hombros para que se despertara) ¿Sigues vivo?

En respuesta a eso él solo se abrazó más a Irasue. Ella suspiró y esbozó una media sonrisa, estaba claro que él no resistió a los últimos tragos de sake antes de ir a la habitación. La levantó con facilidad (después de despegarse de su abrazo) y lo miró  a la cara.

Pensamientos de Irasue: ¿Acaso no se va a despertar con nada? ¿Sí estará muerto?
Irasue: ¡¡Muevete, haz algo!!

Tōga: (entre dientes y tratando de volver a abrazar a Irasue) No quiero, que lata.

Y no se le ocurrió nada mejor que morder la punta de la oreja de su esposo.

Tōga: (con el ceño fruncido y mirando hacia otro lado) Me mordiste. Ahora yo te odio, bruja de la jarra.

Irasue: (volviéndose a acomodar el kimono) Le pido, Inu no Taishō-sama, que madure, no puede comportarse cómo un cachorro todo el tiempo.

Tōga: Lo dice la que me mordió.

Irasue: ¿¡Disculpa!?

Tōga: (sonrisa nerviosa)

Ella no pudo evitar soltar una sonrisa mientras su marido salía de la habitación. A los pocos segundos llegó con su imponente armadura. Él la abrazó rápidamente y, antes de que pudiera reaccionar, él estaba observando su cuello con el ceño ligeramente fruncido.

Irasue: ¿Que haces?

Tōga: (besa suavemente el cuello de Irasue) Te curarás pronto. Solo asimila su muerte.

Solo dijo eso y se fue de su habitación, dejándola confundida. Cuando estuvo sola se encogió de hombros y se levantó. Alcanzó su obi y se amarró bien su kimono, saldría a ver esa enorme mansión que ahora era su hogar.

Caminó un poco y los sirvientes ya habían limpiado el engawa dónde habían comido la noche anterior. Miró el hermoso jardín, ahora con el sol del amanecer iluminandolo por completo y un delicioso aroma emanando de todas las flores.

Ella siguió adelante con su recorrido. Abrió el shōji para volver a entrar a la mansión. Entró a una habitación, repleta de libros y pergaminos. El aroma de todas las bibliotecas era igual. Pero a diferencia de la anterior, está era solo para ellos dos. Salió de la biblioteca y llegó a otra estancia, casi vacía, a excepción de los tatamis... Bueno, no hay que engañar a nadie, estaba vacía. Se alejó de la habitación y, mientras caminaba por el pasillo, sintió que algo picaba en su cuello. Ella por instinto, se dió un golpe con la palma de su mano y atrapó al intruso que bebía su sangre.

Irasue: (llevando a la pulga frente a sus ojos, claramente enojada) ¿Quien eres, bastardo?

??: S...soy Myoga... Por favor no me mate, doña Irasue.

Irasue: (se le salta una vena en la cien) ¿"Doña"? ¡¡Lárgate de aquí, maldita pulga bastarda!! (lanzando lejos a Myoga)

Pensamientos de Irasue: (suspiro) Hay cosas imposibles en esta vida, Pero ya ví cuatro volverse posibles en dos días.

Myoga: (regresando al hombro de Irasue) Doña Irasue, supongo que no le interesa saber dónde está el cuarto de baño...

Irasue: ¿¡Bromeas!? ¡Dime, anda!

Myoga la condujo hasta una habitación, que al abrirla estaba neblinosa con el vapor del ofuro. La pequeña pulga nunca había visto a alguien tan feliz de tomar un baño de agua caliente, que su amo solía considerar 'aburrido e innecesario'.

Al terminar la joven de bañarse, los sirvientes se habían llevado su kimono nupcial, dejando una toalla para que se secara y se envolviera con ella.

Myoga: Ejem... Y ahora, en la otra habitación encontrará su vestimenta, el amo dijo "solo espero que sea de su agrado... ¿Que le gustará a esa mujer?"

Ella esbozó una sonrisa de solo imaginar a Tōga sufriendo por no decidirse entre dos prendas, mirando al techo.
En la estancia había un kimono púrpura con un hermoso decorado de silueta de mariposas. Ella lo vistió sin chistar y acomodó su estola.

Myoga: ¡Ah! Y el amo también le dejó esto.
Señaló unas peinetas. Ella dudó y se amarró el cabello en dos coletas altas, y el centro de su flequillo también lo amarró.

El resto del día fue placentero y tranquilo. Era un palacio enorme y casi no había visto nada.

Mi nombre es Irasue MinayashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora