Capitulo 80. Despedida.

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En una noche de invierno, con las luces apagadas, una peli plata se estaba despidiendo de una pelinegra y un peli blanco.

Irasue: (besa la frente de Izayoi) Cuídate mucho. Que no te pase nada.

Izayoi: (abraza a Irasue) Gracias, oneesama.

Irasue: (voltea a ver a Tōga, con mirada asesina) Cuídala.

Tōga: (sonríe y asiente con la cabeza, para después darle un beso en la mejilla) Claro, mi vida. Volveremos en cuanto podamos.

Irasue: No entiendo por qué se tienen que ir un mes antes.

Izayoi/Tōga: Por si acaso.

Tōga: (acaricia el vientre de la humana)

Irasue: No hagan ninguna estupidez, por favor. Iría con ustedes a vigilarlos, pero... Alguien se tiene que quedar en el castillo y cuidar a las niñas. Y controlar a los guardias. Y Sesshōmaru no lo hará. Y el padre tiene que estar con la madre al momento de que los cachorros nazcan.

Irasue: (toma las manos de Izayoi) Así que cuídate mucho. Descansa todo lo que puedas. Aliméntate saludable.  O dejes que esté idiota les de de comer cosas ... Extrañas.

Izayoi: (asiente con la cabeza) Sí, oneesama.

Tōga: (ríe un poco) Oye, eso último fue grosero.

Irasue: Tu cállate. (mira a su esposo) Los espero cuando regresen. (besa la mejilla de su amiga y los labios de su marido)

Tōga: (asiente con la cabeza y toma a la pelinegra en brazos) Tan pronto cómo Iza-chan se haya recuperado del parto volveremos.

Irasue: Sí, sí, ya váyanse que los va a alcanzar la medianoche.

Irasue vió a ambos alejarse, para finalmente suspirar y entrar en el palacio nuevamente. Se disponía a dormir un poco, pero las palabras que su marido había dicho tiempo antes resonaban en su cabeza "Creo que ya no me queda mucho tiempo.".

Sí, le había quitado importancia al asunto, pues decía eso muchas veces.

Palideció un poco al recordar que cada vez que decía eso algo malo ocurría. Era como si cada vez que él decía eso fuera una oportunidad de quedarse viuda.

Irasue: ¡Maldita sea!

Rogaba por qué solo fueran estúpidas coincidencias y nada más.

Con esa confianza en el corazón, ya algo apaciguada, fue a su despacho. Sintió el yōki de su marido elevarse tremendamente, pero no podía abandonar su sitio, mucho menos en esos momentos que los sirvientes y guardias iban y venían a su despacho.

Ella era la única que podía controlarlos.

Se alivió cuando escuchó esas dos voces tímidas del otro lado del fusuma.

Irasue: Pasen.

Sus hijas entraron.

Irasue: ¿Por qué están tan despier...? (viendo las cosas que tenían en manos)

Susu: ¿Podemos ir, okasan?

Inoko: Por favor.

Pensamientos de Irasue: Mierda, es cierto, dejó sus cosas aquí.

Irasue: Adelante. (besa la frente de sus hijas) Cuidado. Yo aquí me voy a quedar. ¿Sí?

Ambas niñas asintieron. Si bien no eran muy buenas en batalla, solamente era entregar la armadura y las katanas a su padre, sería rápido.

Cuando salieron toda una pequeña tropa, de unos veinticinco soldados tocaron a la puerta.

Irasue: ¿Diga?

?: Señorita, tenemos órdenes directas de atacar al rey. ¿Las acata...?

Irasue: NO.

?: (asiente con la cabeza) Ya oyeron a la reina. (hace una reverencia y se retira)

El grupo de soldados se retiró y pronto llegaron otros tantos.

??: Irasue-sama... ¿Debemos atacar la mansión humana...? ¿O no...?

Irasue: NO. Hoy nadie va a atacar ¿De acuerdo? Las órdenes del principe son nulas. No lo escuchen ¿Entendido?

?: Sí, Irasue-sama. (hace una reverencia antes de irse con todo su grupo)

Todo eso la ponía de nervios, pero sí pasaban está noche, todo estaría bien.

Pensamientos de Irasue: Vamos, no te pongas paranoica. Todo estará bien. Siempre lo arreglamos.

Siguió recibiendo a los soldados, denegándoles instrucciones.
Las niñas regresaron y no cruzaron palabra con Irasue.

Ya casi a medianoche una sirvienta le avisó que el príncipe había salido del palacio.

El corazón le latía con fuerza dentro de su pecho.
Esperaba no escuchar eso, pero fue inevitable.

Al amanecer ya todo el mundo, tanto humanos cómo yōkais lo sabían:

El rey yōkai había muerto.

Irasue se encerró en su habitación. Ahora sabía, pues las sirvientas le habían dicho; las gemelas habían estado llorando desde que regresaron. Se dejó caer de rodillas y se tapó la boca con las manos.

Irasue: ¿Por qué tuvo que pasar esto? ¡¿Por qué tuve que ser tan imbécil?! (golpea el piso de madera con tanta fuerza que lo rompe y se astilla la mano)

Pensamientos de Irasue: Maldita sea, no llores. No te atrevas a llorar, Irasue. No puedes...

Una lágrima rodó por su mejilla. Y otra más. Le dolía tanto, perder a aquel con el que había pasado el último milenio. A ese que la hacía feliz.

Irasue: ¡¡MALDITA SUERTE!! ¡¡JODETE, DESTINO DE MIERDA!! ¡¡REGRÉSAME A MI MARIDO!!

Sus lágrimas se intensificaron, al punto que ya no podía seguir maldiciendo a los kamis por arrebatarle al hombre que amaba.

Sólo quería morir con él.

Mi nombre es Irasue MinayashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora