Capítulo 81. Jaque Mate.

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Irasue no salía para nada de su recámara.

Ya pasaban casi cinco días y ella no podía ni dormir ni comía nada. Los sirvientes se estaban preocupando.

La daiyōkai tenía los ojos irritados de tanto llorar.

No había dejado que nadie entrara a su habitación, y tampoco hablaba para nada. Estaba contra la pared, sus piernas dobladas hacia su torso, sos brazor rodeándolos y su rostro escondido entre sus rodillas.

Deseaba que todo eso solo fuera un mal sueño, que cuando se despertara él estuviera ahí para consolarla, para abrazarla, para hacerla reír cómo solía hacerlo, no soportaría la idea de perderlo realmente. 

Poco tiempo después se secó las lágrimas, con un nudo en la garganta y sus ojos llorosos. Se aseó, limpió su rostro y se cambió de kimono, cómo si el asunto no fuera importante.

No podía darse el lujo de caer. No de esa manera.

Irasue: Yuri. ¿Dónde estás?

Si bien ella no tenía afinidad con los sirvientes, ella era en la que más confiaba. La chica apareció lo más pronto que pudo, precavida, para no herir a su señora en esos momentos de luto. Cuál no sería la sorpresa de la sierva al ver a la reina recuperada, como si nada hubiera pasado, aunque con una mirada que ya no era fría y distante, si no glacial y desolada.

Yuri: Dígame, Irasue-sama.

Irasue: ¿Qué saben de la humana? Quiero saber qué pasó con ella.

La otra mujer dudó un poco, no quería ver la ira de la reina, así que al final la obedeció.

Yuri: Sigue viva. Solo salió de la mansión con un cachorro.

Los ojos de Irasue se abrieron grandes por unos segundos y se cristalizaron, antes de volver a su semblante impertérrito, solo instantes después de su reacción.

Irasue: Sí, ¿Y dónde está?

Yuri: ...

Irasue: (impaciente) ¿Dónde está la humana?

Yuri: N...no lo sabemos. Le perdimos el rastro. Es... cómo si se hubiera esfumado. Junto con otro de los habitantes de esa mansión.

Irasue: ... (asiente con la cabeza) De acuerdo. Gracias, puedes retirarte.

Yuri: (hace una reverencia) Gracias, Irasue-sama.

Irasue comenzó a caminar hacia la entrada se topó con la mayor de sus hijas, que ni siquiera la miró, solo siguió caminando con la cabeza baja.

La daiyōkai se armó de valor y voló hasta el lugar dónde estaba el "yōkai Sheruta".

Hinode la vio y la dejó entrar, y rápidamente otros ocho chicos la rodearon, ahogándola en preguntas, todas esperando la misma respuesta: "Su padre no ha muerto".

Irasue se mordió el labio.

Irasue: ¿Puedo hablar con el mayor?

Los chicos asintieron y le abrieron paso al mayor.

Taiyo: ¿Que pasa, señorita Irasue?

Irasue: Ven (jala a Taiyo de la manga del kosode y lo aparta de todos)

Ante eso todos los demás niños se metieron en la casa. No necesitaban oir lo que la esposa de su padre les diría para saberlo.

Taiyo: (se apaga de un momento a otro) Entonces es cierto.

Irasue: (asiente con la cabeza) Sí. El rey ha muerto.

Taiyo: (desvía la mirada y aprieta los puños) Mierda. (se le cristalizan los ojos)

Irasue: Lo lamento, pero debía decirles.

Taiyo: ¡¡MIERDA!! (golpea un árbol cercano, dejando la marca)

Irasue se quedó sin habla por unos momentos. En el instante el el que el puño de ese niño había impactado contra el tronco del árbol por un momento, un instante, vio la silueta de Hakushiki.

Taiyo: (pasa su mano por encima de su rostro, apretando un poco) Gracias por venir a decirnos. Haremos una tumba para él.

Irasue: (asiente con la cabeza levemente) Taiyo... (el chico la mira) ¿Te puedo preguntar... quién es tu verdadero padre?

Taiyo: (retira la mirada) No lo sé. Ni mi padre ni mi madre. Padre decía que un conocido de él, Tsubaki-dono, me había salvado de que me ahogara cuando era pequeño, y me conservó sin que creciera, durante... mucho tiempo.

Irasue: (vuelve a asentir con la cabeza) ... Ya veo. Eres un buen chico. Un buen hermano. Seguramente tu padre te lo habría dicho.

La daiyōkai se comenzó a alejar. Las cinco chicas y tres chicos salieron y abrazaron a su hermano mayor con fuerza. Sabían que ya no contaban con nadie. Solo con ellos.

Irasue llegó a su casa, silenciosamente. Las niñas, según algunos sirvientes, les habían pedido que les prepararan comida y después se encerraron a comer en su habitación.

Ella se dispuso a dormir un poco. Tal vez si dormía olvidaría su dolor unos momentos.

Mi nombre es Irasue MinayashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora