Capítulo 70. -Un nuevo encuentro-

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Irasue se despertó. Se extrañó un poco, pues el futón de Tōga no estaba acomodado, y, más bien seguía en el oshiire.

No le dio importancia y siguió haciendo su día, con normalidad, así que salió de su habitación y se dio un baño, solo para asegurarse de que no quedaran impregnados en ella los aromas externos de cuando su marido la abrazó.

Fue a la cocina, solo para comprobar si lo que había dicho él era cierto o no, y, sorprendentemente sí, era cierto: hasta se podía jurar que la cocina estaba más limpia que nunca.

Ya era casi mediodía y sentía que alguien faltaba. Y estaba claro quién era. O más bien, quienes.

Pensamientos de Irasue: Que tontería, solo se deben de haber quedado dormidas... 

Pero a medida que pasaba el tiempo se hacía más evidente que CIERTAS personas faltaban en el palacio.

Ya al medio día sintió ESA maldita presencia y se acercó.

Irasue: ¡Ah! Conque ahí estaban ¿Que te pasó? ¿A dónde te habías llevado a mis niñas? (indaga ella, acercándose a su esposo y, como notó que él no respondía, ni se daba la vuelta para verla se detiene) ¿Qué hiciste ahora? (irritada pues ya se daba una idea)

Irasue: Respóndeme, pedazo de bruto. ¿Qué rayos hiciste ahora, Tōga Taishō? 

Ante esas palabras él volteó, temeroso, y le sonrió, con un pequeño temblor en sus facciones y los músculos contraídos; si pasaba lo que creía que iba a pasar, poniéndolo en comparación, la muerte no le parecía una mala idea.

Tōga: Ho...hola I...irasue, mi...mi a...amor. (nervioso) A...ahora no te puedo responder esas preguntas ¿Te parece si lo hablamos después con más calma? las niñas... me... van a enseñar... algo...

Ella descubrió de inmediato que éste ocultaba algo, pues, él nunca dudaba de sus palabras en medio de una oración, así que se imaginó que le estaba mintiendo.

Irasue tomó aire, junto con paciencia, pues, sabía que para que lo hiciera tenía que ser realmente un desastre. Se terminó de armar de valor y caminó hacia él, intentó hacer que se diera la vuelta, más no lo consiguió, ya que el otro, a pesar de ser de complexión delgada poseía una gran fuerza, que se demostraba para oponer resistencia a pesar de su estado lastimado.

Ella inició su ataque, con la técnica que él le había demostrado desde que se conocieron; Molestar. Sabía que funcionaria, pues tarde o temprano descubriría que hicieron sus hijas, de un modo u otro. Empezó a jalar de su pelo, que al estar dócilmente amarrado en una coleta alta era una presa fácil en esa situación.

Tōga: ¡¡Ay!! IRASUE eso es jugar sucio. (reprochando, sin mostrar a las pequeñas, quienes eran el objetivo de su madre) YA-SUEL-TA-ME-POR-FA-VOR-YA-SUEL-TA-ME-I-RA-SU-E-TEN-COM-PA-SI-ON. (mientras más le pedía, ella más se negaba)

Después de un rato de forcejear, Tōga se dió por vencido, ya que las niñas se empezaban a hartarse de no poder moverse, porque de lo contrario, algo tan simple como una rama o un mechón de cabello las terminaría delatando.

Tōga: ESTA BIEN, ESTA BIEN, te las mostraré, pero ya déjame. (sacándose de su camino)

Irasue vió, no sin horror el aspecto de sus pequeñas, quienes, al obedecer a su padre de escapar, habían resbalado en una pequeña ciénaga (había sido solo una pero estaban agarradas y la otra se cayó también) y estaban llenas de hojas pues se habían escondido en un árbol (y si a eso le sumamos la tierra, las ramas y otras cosas recogidas en su camino) parecía que en su cabello hubiera un pequeño bosque, pues su peinado simple había sido sustituido por unos remolinos sin forma, llenos de hojas y, su color, cambiado a un café tierra y, su (antes) pulcra estola no se salvaba.

Mi nombre es Irasue MinayashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora