Capítulo 86. Suzu e Inoko

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Las gemelas eran el nuevo bullicio del castillo. Tan solo veinticinco años después de que su padre muriera estas siempre trataban de volver a alegrar a su madre, pero nunca lo lograban.

Ya nunca jugaban con la pelota, y Aetherio y Uroi habían ido con Sesshōmaru, por petición de ellas. Tampoco bajaban al bosque, ni se acercaban siquiera al campo de entrenamiento. Ni buscaban bichos raros en el jardín y debajo del palacio.

Suzu: (llega corriendo y abraza a su madre por atrás) ¡¡Okasan!! (sonriendo)

Irasue se sobresaltó con el abrazo ¿Hacía cuanto tiempo que no recibía uno? Hacía unos veinticinco años ¿No?.

Inoko: ¡¡Okasan!! (se acerca y junto a su hermana mayor se pegan a su madre cómo garrapatas)

Irasue: Sí, sí, ya es mucho contacto físico.

Suzu/Inoko: No mientas. Las tres sabemos que necesitas este abrazo.

Irasue: Muy sabiondas ustedes.

La daiyōkai siguió caminando. Sus hijas pesaban lo que recordaba. Lo mismo que un perro normal de su raza.

Suzu: Oye, te estamos dando afecto.

Inoko: ¿A dónde nos llevas?

Irasue: ...

Las dos hermanas se abrazaron más a su madre. Ella amaba a sus hijas, pero, después de veinticinco años ya sin mostrar sentimientos, no podía decirles nada.

Suzu/Inoko: Mamá es un cubito de hielo, mamá es un cubito de hielo (canturreando)

Irasue: (suspira y sigue caminando)

Las apariencias a veces engañan. Una mujer de veinticuatro años llevaba a sus dos hijas de trece. Aunque en realidad tenían unos dos mil y las chicas unos seiscientos años.

Irasue: Niñas.

Suzu/Inoko: (miran a su madre) ¿Que pasa?

Irasue: ¿Ustedes no han pensado, alguna vez... (se le hace un nudo en la garganta, pues ella lo había pensado cada día desde que su marido murió) Que esta vida no vale la pena?

Las gemelas se miraron, y se soltaron un poco de su madre.

Sí, ambas lo habían llegado a pensar pero no a aceptar.
Antes de que su padre muriera, les había encomendado ser la alegría de su madre. Ser ellas quienes sacarán a la daiyōkai de la oscuridad si es que se sumía en ella.

Suzu: (sonriendo) No, nunca mamá.

Inoko: (sonrisa) Jamás, okasan.

Irasue: (entra a la biblioteca y respira profundo) Las... Las...
Pensamientos de Irasue: Las amo, chicas.
Irasue: Las voy a tirar si siguen pegadas a mi.

Las dos chicas rieron, un poco nerviosas, y soltaron a su madre.

Suzu: Jaja, no es necesario que te enojes.

Inoko: ¿Cuántas bibliotecas hay en casa?

Irasue miró a sus hijas y sonrió un poco para sus adentros. Odiaba que ellas hubieran heredado la personalidad de su esposo. Eran un pequeño y momentáneo rayo de luz en medio de la oscuridad.

Pero todo volvía a oscurecerse. Y eso la había forjado como una persona que ni siquiera sus hijas reconocían. No era mala. Ni buena.

Cómo si estuviese ausente.

Mi nombre es Irasue MinayashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora