Capítulo 44. La pesadilla

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En el sueño de Irasue:

Estaba en un lugar frío. Muy frío. Abrí los ojos lentamente y estaba manchada de mi sangre, pues tenía varias heridas. El mofuku era demasiado ligero para tapar el frío. Las heridas me ardían demasiado con el frío y el veneno en el ambiente. Había otras ocho mujeres, acomodadas en una media luna, en la cual yo estaba en una de las orillas, en un lugar que parecía ser el inframundo.

El silencio reinaba en el sitio, todas estaban llenas de heridas y ataviadas con mofukus. Miré a la que estaba a mi lado. La reconocí como mi madre. La siguiente a ella era Sorahana, después estaba Ichiko, Asatsuyu y otras mujeres cuyo rostro no reconocí. Todas estaban en silencio y miraban sus manos.

Yo hice lo mismo y estaban completamente cubiertas de sangre. Todas dejan de hacerlo de un momento a otro. Yo seguía absorta, ya que en mis manos se comenzaba a formar un kanji. Con mi propia sangre.

Sentí unas manos frías tomar con brusquedad mi rostro y dirigirlo hacia arriba. Y ahí estaba él. Mirándome con una cara de furia.

Hakushiki: (tomando la mandíbula de Irasue con tanta fuerza que casi la rompe) Irasue. Debes aprender a respetar a tu señor.

Me confundí demasiado, pero no podía pronunciar palabra alguna.
Él sonrió de una forma malévola y me aventó contra el suelo.

Hakushiki: Así me gusta. Quédate callada, mujer.

Con esas palabras sentí un peso enorme sobre mi. Me impedía respirar y me hacía ardientes quemaduras por dónde salía un flujo negruzco que quemaba mi piel. Eso no era sangre.
Ninguna de las otras mujeres se inmutó. Miré a mi madre que ahora cargaba el cadáver de dos niños.

Mi ritmo cardíaco aumentó. Y mucho más cuando los cadáveres me miraron. Creo que fuí la única que escuchó esa voz tétrica e infantil.

??: Eres la esposa de él. Ahora no puedes librarte.

?: Ese líquido es tu marca. Corre completamente por tus venas.

?/??: Tu marca es tu sangre. No hay forma de que escapes de él.

De ahí todo se volvió más bizarro. Los cadáveres aumentaron su velocidad de putrefacción, hasta que no quedaron más que los huesos que prendieron en llamas. Sākuya permanecía inmóvil y, al igual que las demás ahora miraba el suelo. Perecía no darse cuenta de que ella misma ardía. Quería irme pero no podía.

Sentí unas pequeñas manos tocar mi espalda y me recorrió un escalofrío. Voltee lentamente y me alivié al ver a mi Sesshōmaru. Mi pequeño Sesshōmaru. Sesshōmaru me sonrió tiernamente y apenas comenzó a pronunciar un "kasan..." Cuando ese maldito mounstro volvió.

Hakushiki: (me mira con ojos de asesino) ¿Ese cachorro es tuyo, mujer?

No pude responder. Sesshōmaru puso la cara más feroz que pudo y le gruño. Eso hizo que Hakushiki se enojara y apretara el puño en el aire, haciendo que mi pequeño muriera de una forma parecida a la que murió Ryota.

Una lágrima corrió por mi mejilla al ver a mi único hijo morir ante mis ojos.

Hakushiki: ¡¡Deja de llorar, maldita ramera!! (exclamó para después golpearme con fuerza)

Cuando se hubo ido, las otras ocho me miraban. Pero nadie más parecía ver el cadáver de un pequeño frente a mi. Mi corazón amenazaba con dejar de latir. Cuando me pude mover lo abracé. No acababa de asimilar nada de lo que había pasado. Alguien se acercó a mí. Tocó mi cabeza y me sonrió. Bajo la mirada y vío a nuestro hijo muerto. Y en mis brazos.

Tōga perdió la confianza en mí. Lo ví en ese instante. Me arrebató el cadáver de nuestro cachorro y se fue, dolido. Yo me quedé completamente atónita.
Miraba a las mujeres que habían formado un círculo alrededor de mí. Conforme las miraba ellas negaban con la cabeza y su cuerpo comenzaba a corroerse cuál cadáveres, infestado el aire de olores nauseabundos hasta no quedar más que sus huesos, que se desplomaba y ardían.

Y finalmente me quedé sola. Entre fuego y esos aromas fétidos que acompañaban la descomposición de cuerpos. Solo se escuchaba un sonido. Como una risa macabra que repetía la canción:

"Māku, māku.
"Watashi wa anata o māku shimashita.
"Koko de nani ga okotta no ka ni tsuite wa nani mo iimasen.
"Watashi wa anata no karada, tamashī,-goe o kontorōru shimasu.
"Anata no yaru koto wa subete, watashi wa shitte imasu.

A los pocos segundos, Hakushiki me miraba con desprecio y una sonrisa de superioridad. No había nada que yo pudiera hacer.

Mi nombre es Irasue MinayashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora