La usual paz del castillo de Daegu se vio irrumpida por dos pares de pasos apresurados, pasando por uno de los amplios pasillos. Si se escuchaba con una gran distancia de por medio, solo se podría distinguir una voz hablando con rapidez y unos pasos más pesados que los otros, como si de zapatos más gruesos se tratase.
Era un suplicante Taehyung detrás de un furioso Jungkook con sus botas aún puestas y acomodando su espada en su bien ajustado cinturón.
—Jungkook, por favor. No cometas una locura. Los reinos están muy tensos en este momento. —Suplicó el castaño con el aliento entrecortado por el esfuerzo de correr y hablar al mismo tiempo.
—Lo mataré. —Musitó con ira, ajustando un poco más su correa. Aún tenía un par de los botones de su camisa deshechos por obra del menor unos minutos antes—. Cortaré su cabeza y la colgaré como adorno en mi oficina. ¿O debería ponerla en el salón principal del castillo? —Pensó en voz alta como si de verdad estuviera considerando tal acto.
—Amor, escúchame. Esto es un malentendido. Hyungsik no planeó esto.
Jungkook frenó en seco. Taehyung chocó contra su espalda, pero aprovechó para recuperar el aliento. El peligro, con furia manchando sus ojos, se giró lentamente para enfrentar a su prometido. Caminó frente a él hasta acorralarlo haciéndolo chocar con una de las paredes del gran pasillo.
—Lo defiendes. —Pronunció casi sobre los labios del contrario, mirándolo directamente a sus ojos almendrados. Podía jurar que eran aquellos los únicos que lo mantenían cuerdo en ese instante.
Taehyung, en lugar de estar intimidado por el comportamiento del otro rey, se mantuvo firme más lo miró lleno de arrepentimiento y con cierta duda al no saber qué decir.
—No. —Puso sus manos sobre el pecho del más alto—. Pero necesito que me escuches. No puedes cometer una locura. No ahora. —Sus orbes saltaban de un lado a otro sobre el rostro del pelinegro. Sus manos subieron hasta el cuello de la camisa del otro, abotonando lo que él había desacomodado antes—. Lamento haber recibido al noble en el castillo y haber aceptado su consejo. —Jungkook lo miró con dureza—. Y también por haber aceptado su pastel. —El otro enfocó sus ojos en otra parte—. No quiero que cometas un error por mi culpa, Jungkook. Por favor, permíteme arreglar mis errores. —Ahora se encontraba acariciando los pequeños cabellos recién cortados sobre el cuello ajeno.
—Lo quiero lejos de ti. —Por fin lo miró otra vez, tomándolo por las muñecas—. No quiero que respire el mismo aire que tú respiras, ni que tenga la dicha de mirarte fijamente. —El castaño quedó completamente acorralado con sus manos ahora forzadas contra la fría pared—. O haces que pare por tu cuenta, o yo mismo me encargaré que no pueda robarle oxígeno a nadie más. ¿De acuerdo, mi amado? —El tono dulce al final de la pregunta podría confundir a cualquiera después de la amenaza de muerte dirigida a otro hombre.
El nuevo rey se removió algo incómodo debajo del agarre del monarca contrario, no disfrutando la restricción de sus movimientos. Más ver al otro con aquella mirada nueva para él, en la que dejaba ver su lado más crudo, lo estaba dejando algo frustrado.
Jungkook volvió a hablar. —Ven, vamos a la habitación. Aún tengo mucho qué hablar con mi esposo. —Lo soltó de su agarre para después tomar su mano delicadamente y empezar a caminar hacia el cuarto sin que el otro tuviera oportunidad de contestar.
—Futuro esposo, —dijo después de carraspear un poco.
—¿Quieres que te demuestre por qué tienes mi anillo en tu dedo? —Apretó su mano y lo miró por sobre su hombro, enviando una corriente de chispas en la columna del castaño.
No volvió a pronunciar palabra hasta en todo el recorrido hacia la habitación principal.
El panorama de la mañana siguiente era uno en particular que tenía a Taehyung con los vellos de punta. Sentado en el borde de la silla de su nueva oficina en Daegu con manos inquietas y con cierto noble frente a él. Del otro lado de la oficina, en una pequeña sala de espera divinamente decorada, Jungkook observaba con alto detalle el filo de su espada, quitando pequeñas imperfecciones de usos pasados. El pelinegro estaba a la espera de cualquier sonido lo suficientemente sospechoso para entrar en dicha oficina y darle a su espada el uso que tanto deseaba. Con el solo chillido de una silla bastaba.
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El Rey Doncel | Kookv
Romance"Me parece que no he escuchado tu voz en toda la noche." Su mirada bajó posando su atención en los labios en forma de corazón del castaño durante un milisegundo. "Mis palabras están reservadas para aquellos que sean merecedores de recibirlas." Dijo...