Capítulo 53

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En aquel gran salón donde las figuras más poderosas de la nación se reunieron, las voces en murmuro cedían con cada segundo que pasaba, concediendo con ello la última decisión que sería tomada en el palacio fronterizo. El príncipe Taehyung sentía cada una de las venas en su sistema ser recorridas por sangre desenfrenada, llegando a sentir el palpitar de su corazón justo debajo de sus tímpanos.  A pesar de haber provocado, por su propio juicio, su estado de único gobernante de Daegu, el peso de la noticia parecía caer en sus hombros con más fuerza de la que había anticipado. Buscó alivio en los ojos de su prometido, cayendo en la realización de que era lo único que lo había mantenido compuesto durante la duración de la reunión. Con un último martillazo que estremece su pecho, su atención fue desviada al moderador.

—Se acuerda mantener el tratado del difunto rey Kim Hyunki a lo largo de cada reino y territorio de la nación. —La poderosa voz rebotaba en cada pared—. Por ende, en el acontecimiento de que sea incumplido, la totalidad de reinos deberá acudir a la protección de aquel que sea atacado, ofreciendo apoyo militar y recursos de combate.

Con el aumento del volumen de las voces, la compostura de Taehyung tambaleó, creando un nudo en su garganta y un gran malestar en su interior. Con una alerta final de su cuerpo, se encaminó a paso discreto al baño más cercano. Su caminata tranquila se convirtió en una carrera desesperada por aliviar el instinto de su cuerpo, colisionando contra un hombre que no logró identificar. Soltó una apresurada disculpa entre dientes, mientras en su estómago sentía un vacío al ver la puerta que tanto esperaba tan cerca. No se tomó el tiempo de mantener una etiqueta, dejando que sus rodillas golpeen la fría cerámica e inclinándose para trasbocar en el sanitario. Su abdomen se contrae con fuerza y de sus ojos escapaban finas lágrimas involuntarias. En medio de los jadeos, el castaño cuestionó su estado, sin encontrar una mejor razón que el nerviosismo incontrolable para llegar a aquel punto.

En ese momento podía tocar con la yema de sus dedos aquello que siendo un simple niño solo podía recrear en su más elevada imaginación. Sin que esta siquiera estuviera sobre su cabeza, el peso de la corona real pesaba más que el mero anhelo de portarla. Su respiración se mantenía en un ritmo acelerado, recordando de su existencia entre aquellas paredes que parecían resguardarlo, alejarlo por un momento de la realidad que había soñado para sí mismo. Entre la alegría y el terror absoluto por gobernar su reino, otra oleada de náuseas cayó sobre él, haciendo que su abdomen se contrajera una vez más, y su garganta arda un poco más con cada segundo que pasaba. A pesar de sus fuertes quejas que rebotaban en los fríos azulejos, logró captar el sonido de unos pasos acercándose a él, y segundos después una mano cálida sobre su espalda, dejando caricias circulares tranquilizantes.  Sus músculos tensos respondieron al delicado toque, volviendo a un estado de relajación en el que se permitió apoyar su frente sobre su antebrazo y dejar que su respiración se ralentice.

—¿Por qué dejó la reunión? —Su voz salió ronca, raspando su seca garganta. No quería imaginarse lo desastroso que se veía en ese momento. No se atrevió a mirarlo a los ojos en esa condición.

—Si mi prometido desaparece abruptamente de mi vista, se convierte en una razón suficiente para descartar la reunión y salir a su búsqueda. —Inconscientemente, se acercó más al castaño, deseando tomarlo entre sus brazos en un intento por hacer que su molestia se esfume—. ¿Qué sucede, amor mío? —Su entrecejo ya había creado finas líneas de preocupación. Su mareo por el viaje ya debía haber pasado y no había consumido mucho alimento desde entonces. No encontraba una razón para su repentino malestar.

—Seré rey. —Soltó simplemente, cerrando sus ojos fuertemente y tragando saliva en un intento por digerir bien la noticia.

La esquina del labio del pelinegro se curvó ligeramente. —Ya eres rey. —Abandonó su postura en cuclillas y se sentó en el piso junto a su amado.

El Rey Doncel | KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora