Riftan no podía quitarse a la niña pelirroja de la cabeza. Abrochó los sacos que había llenado de carbón negro como la brea y la apartó de sus pensamientos. Era una tontería creer que su soledad disminuía cuando pensaba en ella.
Después de escabullirse del almacén de leña, apiló los sacos en la carretilla que le esperaba fuera. Agarró las asas e inclinó todo su peso hacia delante para ponerla en marcha. Varias vueltas más tarde, había movido el carbón de un día antes de que saliera el sol. Se pasó la manga por la cara sudorosa antes de ir a buscar agua para calmar la sed.
Si había algo bueno, era que era más fuerte que la mayoría de los niños de su edad. Aunque sus brazos y piernas estaban flacos por la falta de alimento, era alto y lo bastante corpulento como para que la gente lo confundiera con dos o tres años mayor de lo que realmente era. Riftan estaba acostumbrado al trabajo duro. Llevaba trabajando desde los ocho años y nunca había estado gravemente enfermo. Cuando se avecinaba una montaña de trabajo, a veces deseaba que su cuerpo simplemente se rindiera. Estos pensamientos se desvanecían siempre que se cruzaba con alguien afectado por una enfermedad desconocida.
Enfermar significaba la muerte. Un clérigo era inasequible, y no podía esperar que le devolvieran la salud. Si alguna vez se tomaba un día libre, tenía que renunciar a la comida. No era raro que las familias de clase baja desatendieran a un pariente enfermo hasta su muerte. Simplemente, no tenían otra opción.
Aunque las cosas iban mejor para comerciantes, artesanos y eruditos, los campesinos, que tenían que pagar una renta exorbitante cada temporada, sufrían la misma penuria. Los que no podían pagar los impuestos eran muchos y se veían obligados a renunciar a su libertad para convertirse en siervos. Si de alguna manera lograban reunir lo suficiente, se quedaban viviendo a duras penas.
Sobre todo en el ducado de Croyso, donde las rentas eran más elevadas que en la mayoría de los feudos. Riftan había sido testigo de cómo su padrastro discutía con el recaudador de impuestos en múltiples ocasiones. Era un pasatiempo habitual de su padrastro quejarse de que algún día se mudaría a un lugar donde el alquiler fuera barato. Sin embargo, Riftan sabía muy bien que nunca podría marcharse.
La tierra fuera de las murallas rebosaba de monstruos aterradores, y le costaría treinta monedas de plata contratar a un mercenario para que los protegiera en su viaje a otro feudo. Nunca podría ahorrar esa cantidad, aunque trabajara duro el resto de su vida. Además, trasladarse significaba jugarse la vida, y Riftan sabía que su padrastro no tenía agallas para ello.
Riftan se frotó los hombros palpitantes y se puso más erguido. No importaba cuánto maldijera el desorbitado alquiler, su padrastro arrastraba su arado al campo al amanecer todos los días. No tenía otra opción. Sin duda seguiría haciéndolo hasta que la vejez y la mala salud se lo impidieran.
No era difícil imaginarse a su padrastro tumbado en su lecho, desganado, esperando a que la muerte lo reclamara. Esa imagen se transformaba invariablemente en el propio Riftan. Así era como solía acabar la vida de la clase baja.
Riftan torció los labios mientras se lavaba las manos sucias en un cubo de agua. Por suerte para él, había nacido sano y probablemente viviría otros treinta años. Incluso podría convertirse en herrero, tal y como deseaba su padrastro, si la suerte le acompañaba. Convertirse en maestro artesano, en cambio, a Riftan le parecía dudoso.
Había una jerarquía incluso dentro de la herrería. Mientras que los del escalafón superior creaban armaduras y armas, los del escalafón medio forjaban materiales cotidianos como calderos, ollas, picaportes y candelabros. Los de abajo martilleaban herraduras todo el día.
Riftan sabía que, en el mejor de los casos, su puesto estaría entre los últimos. Aunque pudiera adquirir cierta destreza mediante la observación, los demás nunca le darían la oportunidad de trabajar con metales de alta calidad.
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Debajo del roble ~ Libro 06 [Riftan] Historia paralela
FanfikceAl fin llegamos al ultimo libro de la primera temporada de esta hermosa novela.