Debajo del roble ~ Libro 06 [Riftan] Historia paralela

Capítulo 38 ~ Entre la espada y la pared

Tan pronto como los caballeros Remdragon se enteraron del plan del duque, todos clamaron por acompañar a su comandante al ducado. Riftan sofocó el clamor y finalmente partió hacia el castillo de Croyso con Ursuline, Elliot, Ruth y tres escuderos.

La aprehensión y la ira se agitaron en su interior mientras galopaban por la tierra helada. Espoleó sin piedad a su caballo hasta que finalmente se detuvo a descansar junto a un arroyo.

Elliot hizo una pausa mientras desensillaba su montura para preguntar con cautela.

— ¿Cómo supones que el duque sabía lo de tu padrastro?

Riftan bebió un trago de su petaca.

— Ordenó una investigación sobre mis antecedentes, sin duda.

El duque estaba creando una vasta red de inteligencia en el este y más allá, en todo el continente occidental. Podría haber pedido a cualquiera de los grandes mercaderes que hacían negocios con el ducado que investigara el pasado de Riftan. Dado que su antigua vida como Blackhorn Dragon era de dominio público, su antiguo grupo de mercenarios era probablemente la fuente.

Le bastaba con preguntar por el niño mestizo que huyó del ducado para rastrear a mi familia.

Riftan apretó los dientes ante su descuido y la crueldad del duque.

— Podría tratarse simplemente de una estratagema de un estafador por el oro — dijo Elliot.

Ursuline, que había estado escuchando mientras masticaba un trozo de carne seca, dijo sin rodeos.

— Si así fuera, no habrían arrastrado a ese niño chillón hasta aquí para luego marcharse.

Elliot no tuvo nada que replicar y se calló.

Los caballeros devoraron sus raciones en silencio antes de reemprender la marcha. Instando a sus corceles con un descanso mínimo, consiguieron llegar al ducado en cinco días.

Lo primero que hizo Riftan fue comprobar la choza de su padrastro. Al atravesar la entrada, donde la puerta había sido arrancada de sus bisagras, encontró la casa desordenada. Había muebles rotos esparcidos por la habitación y el brasero estaba volcado. Una manta sucia yacía retorcida en un rincón. Después de inspeccionar la choza, Riftan dio una orden a uno de los escuderos.

— Dirígete a la aldea y averigua qué les ocurrió a los habitantes de esta casa. Es probable que la mujer de mi padrastro tenga una niña con ella.

— Sí, señor.

Después de ver partir a los escuderos, Riftan condujo a los hombres que le quedaban colina arriba. Los centinelas del castillo abrieron las puertas cuando se acercaron. Riftan se puso nervioso al entrar, escudriñando el patio. Varias filas de caballeros con armaduras de acero permanecían en posición de firmes alrededor de los muros del castillo, y había más guardias de lo habitual bordeando el ancho camino que conducía al gran salón. Era una demostración de fuerza diseñada para intimidar.

Cuando llegaron al castillo principal, el mayordomo salió para dirigirse a ellos.

— ¿Puedo preguntar qué los trae al castillo de Croyso?

Desmontando, Riftan respondió con frialdad.

— He venido a ver al duque.

— Es bastante impropio llegar sin avisar.

Furioso por la respuesta del mayordomo, Ursuline se adelantó. Riftan extendió un brazo para detenerlo y se volvió hacia el mayordomo.

— Informa al duque de que solicito una audiencia con él.