Capítulo 41 ~ Lamentación

541 30 0
                                    

Riftan despertó con el sonido de la lluvia haciéndole cosquillas en los oídos. Nunca había sentido tal letargo. Éste le oprimió y tardó un rato en recobrar el sentido.

Se quedó mirando las sombras que parpadeaban en el techo oscuro hasta que el sonido de una respiración suave lo sobresaltó. Al mirar, vio unos rizos rojos despeinados que se extendían como nubes sobre la almohada. Se le cortó la respiración cuando vio a la mujer profundamente dormida sobre su brazo. La sensación de su cuerpo húmedo, el penetrante olor de su acoplamiento y su suave aroma le hicieron dar vueltas a la cabeza. Miró aturdido su forma dormida, como si estuviera embriagado, hasta que se dio cuenta de que la estaba apretando contra él. Relajó bruscamente el agarre.

El frío que le rozó al separarse le hizo acercarla de nuevo. Podía sentir sus huesos bajo la piel suave y sudorosa.

Le apartó con cuidado los rizos que se le pegaban a la cara, con dedos temblorosos, y le acarició suavemente la mejilla. Sus pestañas eran marrón rojizo, un tono más oscuro que su pelo. Caían como plumas mojadas por la lluvia, y sus ojos tenían el borde rojo. Aquella visión desgarró el corazón de Riftan.

Le recorrió la frente redonda y la nariz pequeña, y se detuvo para rozarle ligeramente el labio hinchado con el pulgar. Su delicioso aliento le hizo cosquillas en la punta del dedo. Sentía como si ella se le metiera hasta los huesos.

Incluso desde lejos, siempre había conseguido cautivarle. Ahora ya no había vuelta atrás. Ella viviría en su corazón el resto de sus días. Con dolor en sus ojos, Riftan se apartó, un acto más angustioso que desgarrarse la carne.

Le subió la manta hasta el cuello y se sentó en el borde de la cama para mirar el fuego mortecino. Aunque su cabeza le decía que era hora de irse, sentía el cuerpo tan pesado como un algodón empapado de agua.

Se frotó la cara y se obligó a levantarse. Aunque deseaba ver sus ojos de lago invernal por última vez, sabía que ella no lo recibiría con agrado. Ella sin duda preferiría encontrarlo fuera cuando se despertara.

Se limpió enérgicamente con una toalla húmeda y se vistió. Cuanto más tardara, más difícil le resultaría marcharse. Desechando todo tipo de excusas para quedarse, Riftan recogió su espada. Miró por última vez a la mujer que ahora llamaba esposa.

Un dolor insoportable se arremolinó en su interior. Cerró los ojos, abrió la puerta y salió. Una sirvienta y un clérigo, que habían estado esperando en el pasillo, entraron en la cámara nupcial para confirmar la consumación.

— Esta será la parte final de tu acuerdo con Su Gracia — dijo el mayordomo principal, entregando a Riftan un rollo de pergamino —. Es el mandato de Su Gracia. Te nombra nuevo comandante de la Campaña del Dragón en su lugar.

Riftan miró el pergamino durante un largo instante antes de arrebatárselo al mayordomo. Volviéndose hacia los soldados que estaban en las alas, el mayordomo hizo un gesto con la cabeza.

— Lleven a Sir Riftan a las mazmorras.

Estaba a punto de pedirle al mayordomo que cuidara bien de Maximilian cuando se mordió el labio. ¿Con qué derecho tenía tales súplicas después de la forma en que la había atormentado?

Riftan suprimió su odio hacia sí mismo y siguió a los guardias, con pasos pesados. Cuando bajó las escaleras, encontró a sus hombres esperándolo en el vestíbulo vacío. Abrieron la boca para hablar antes de volver a cerrarla con firmeza. Pasando junto a los caballeros, Riftan se apresuró a llegar al jardín, que se iluminaba con el amanecer. Las nubes cubrían el cielo azul hasta convertirlo en una neblina blanca, y la gélida lluvia invernal le salpicaba la cabeza y los hombros.

Debajo del roble ~ Libro 06 [Riftan] Historia paralelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora